viernes, 17 de marzo de 2017

Brasas de la clase media

En estos días estamos asistiendo a una guerra relámpago de las clases privilegiadas para ganar un palmo más de tierra en mitad de esta Crisis-Estafa. ¿Quién no ha recibido uno de esos mensajes pidiendo la abolición del impuesto de sucesiones de la Junta de Andalucía?

No entraré en este artículo a desmontar las mentiras y falsos argumentos del Partido Popular, pues eso ha sido suficientemente tratado por otros autores expertos en la materia [1,2]. Lo que quiero plantear son los motivos que subyacen en el apoyo masivo de las clases populares y trabajadoras a este tipo de campañas.

En el ciclo político actual, en el que se evidencia que la crisis económica no se cierra, sino que se normaliza; la gente hemos tenido que sufrir ataques a nuestros derechos tan brutales como los recortes en Sanidad y Educación, desahucios, leyes mordaza y la reforma laboral. También hemos recibido otros tantos a nuestros bolsillos a través de la subida del IVA, amnistías fiscales, subidas de la luz, impuesto al sol, tasazo a la Justicia, repagos sanitarios, claúsulas suelo, etcétera, etcétera… Todos estas medidas están destinadas a machacar al 90% de la población y beneficiar al 10% más rico y privilegiado.

Sin embargo, muy pocas cosas han hecho activarse tanto a los sectores más despolitizados de la población como la campaña del PP contra el citado impuesto. Ha bastado el nivel más básico de demagogia para hacer saltar las chispas por una petición que beneficia amplia y descaradamente a ese 10% de personas más poderosas pero, sorprendentemente, los bulos y exigencias han corrido como la pólvora entre el 90%, incluso entre personas que se consideran “de izquierdas” y simpatizantes de estas ideas políticas.

Visto esto, nos encontramos con una situación muy complicada: tenemos a un PP coqueteando con los trabajadores y las trabajadoras y a un Podemos que tiene la enorme tarea de tener que explicar su postura (mayor progresividad, que paguen los de arriba, un impuesto sin paraísos fiscales en el estado español, etc.). porque en la época de la inmediatez, los 140 caracteres y los titulares amarillistas cualquier postura que no sea blanco o negro y requiera pedagogía será manipulada u obviada.

¿Cómo es que ciertos sectores populares secundan ampliamente todo esto? Primero, porque es tremendamente fácil y oportunista hacer una campaña para que se bajen los impuestos. Segundo, porque en base a lo observado, y creo que es la conclusión más importante, aun dura en la conciencia colectiva el mito de la clase media.

Es decir, con todas las condiciones objetivas y materiales en contra (repetimos, pérdida de rentas, trabajo, casas, robos de guante blanco, etc.); aún persiste el miedo a perder menos que nada. Este miedo está tan exageradamente enraizado en la conciencia de la población que se ha disparado por algo que jamás afectará a la inmensa mayoría de los habitantes de Andalucía.

Un miedo que por un lado, impide a la gente en muchísimos casos organizarse para dar solución a la actual situación política (miedo a perder el trabajo, a hacer huelga, a multas); y que, por otro, genera protestas desorbitadas, irreflexivas y que van en contra los intereses de esas mismas personas (un impuesto que tiene como objetivo redistribuir la riqueza es esencialmente bueno para los trabajadores y las trabajadoras).

¿Qué hacer contra todo esto? Pues lo único y lo más difícil: hablar, explicar, disipar las dudas de su situación (la Junta tiene un simulador on-line), elevar el nivel de la conversación saliendo de mitos, mentiras y ejemplos más que puntuales; pero, sobretodo y mediante lo anterior, romper con los mecanismos responsivos y reaccionarios, que hacen que esa persona actúe como un resorte y traerla al campo de la razón.

De paso, no estaría mal aprovechar para debatir de las agresiones reales que sufre en su día a día e intentar apagar definitivamente las llamas de un fantasma que nunca existió y que nunca existirá.

Acabemos de una vez con la clase media.

jueves, 11 de febrero de 2016

Je suis Charlie y los titiriteros


Hace apenas un año de la matanza de Charlie Hebdo, a la cual nuestro presidente y Gobierno respondieron con una solidaridad inflexible, como no puede ser de otra manera. “Je Suis Charlie”, pronunciamos todos y corrieron ríos de tinta a favor de la libertad de expresión y de que no se podía silenciar la sátira, aunque ofendiera a ciertos colectivos, como debe ser.

Sin embargo, un año más tarde tenemos a dos personas de nuestro país presas de manera incondicional por un supuesto delito de enaltecimiento del terrorismo, por representar una obra en la que se criticaba, entre otras cosas, la criminalización de la protesta mediante la manipulación de los hechos por las fuerzas del Estado.

Denuncia social que se ha demostrado totalmente cierta, puesto que la están sufriendo en sus propias carnes.

Aluden a un minúsculo y ridículo cartel que ponía “Gora Alka-ETA”, cuya intención era señalar precisamente esta demonización esperpéntica, absurda y sobredimensionada que sufre toda aquella persona que cuestiona el sistema imperante o alguno de sus pilares (véase la monarquía, el sistema de partidos, la Unión Europea y la Troika, etc…). Y, por desgracia, parece que de momento se están saliendo con la suya.

En la política habitual, por desgracia, no se trata de defender la verdad o la justicia (o al menos intentarlo), sino de ganar a toda costa. Ganar y destruir a tus adversarios. Sólo así se explica la doble vara de medir que utiliza el Partido Popular dependiendo del lado de los Pirineos en el que se encuentre.

Y para ganar hay que disputar esa palabra tan manida últimamente que es la hegemonía; es decir, el dominio cultural, el dominio sobre decidir cuáles son los valores e ideales de la población de un país, qué es políticamente correcto, qué se puede decir y, definitivamente, quienes son los buenos y quienes son los enemigos.

De esta manera, hay que denunciar también las tibias reacciones de algunos sectores progresistas o de izquierdas, cuando lo que nos estamos jugando son Derechos fundamentales y el tener la suficiente fuerza en la sociedad como para defenderlos.

No podemos dudar ni un instante en estas cuestiones, puesto que los que tenemos enfrente (los que nos desahucian, los que privatizan nuestra salud y nuestra educación, los que nos destinan a la precariedad más absoluta); es decir, los que más deberían callar, los corruptos e inhumanos, no tienen el más mínimo complejo. Ni del tamaño de un comino.

Así, mientras la extrema derecha nacionalcatólica y neoliberal defendió la libertad de expresión cuando se criticaba a Mahoma, símbolo del enemigo, de los extremistas musulmanes; no ha permitido ni por un instante que se critiquen los métodos violentos del Estado para perpetuarse ni que se ironice con uno de esos relatos que tantos réditos electorales le da: la ETA.

Y es que no hay nadie que falte más al respeto a las víctimas de ETA que estos señores, que mercantilizan el dolor de las mismas con fines ideológicos y partidistas, que ridiculizan los asesinatos y la memoria cada vez que declararan que “todo es ETA”.

Definitivamente no, no podemos permitir que se imponga el relato de quien mira el guiñol en el ojo ajeno y no ve la viga en el propio. ¿Que sí condenamos los actos terroristas que matan a inocentes? Sí, ahora y siempre. Pero también condenamos el terrorismo de Estado que los encarcela o los mata de hambre, ése del cual ustedes hacen apología cada día, cada hora.


jueves, 4 de diciembre de 2014

La democracia capitalista: mercado, control y exclusión.

Imaginen por un momento, que contratan a un albañil (o a una albañil) para que reforme su casa al completo. Su contrato se basa en una declaración de intenciones que no necesariamente responde a sus necesidades reales y que se compromete a cumplir en un plazo dado de tiempo. 

Ustedes le van pagando periódicamente, pese a que ven que no hay progreso alguno e, incluso, algún que otro destrozo. Cuando acaba el periodo de tiempo acordado, el (o la) albañil se va sin tener que rendir ningún tipo de cuentas y sin devolver ni un céntimo por no haber hecho el trabajo; y, entonces, su única solución consiste en... buscar a otra persona con el mismo tipo de condiciones. 

Así, de forma muy resumida, muy escueta y muy ibañesca (el sujeto en cuestión podría ser Pepe Gotera y Otilio); se desarrolla la política en nuestro país, este es el punto en el que nos encontramos ahora. Es fácil refutar un ejemplo tan tonto, lo sé. Basta con decir que imaginemos que nuestros políticos estuvieran a la altura. Pero incluso con los políticos burgueses más honrados seguiríamos perdidos.

La democracia liberal capitalista, que es la que conocemos hoy día y la que hemos intentado exportar como mejor forma de gobierno a todo el mundo (aunque fuera a costa de invadir violentamente otros países); consiste en la disputa del poder político por parte de un amplio espectro de partidos que representan, al menos formalmente, a determinados sectores de la población mediante unas elecciones.

Este sistema posee unas cualidades muy peligrosas y que comportan unas consecuencias de las que no somos conscientes. 


La primera cualidad es que, aunque no lo veamos generalmente así, los partidos políticos son, realmente, empresas privadas. Empresas que se presentan a concurso público (campaña y elecciones) para gestionar los recursos públicos. 

Sin embargo, son empresas con enormes privilegios: financiación por parte del Estado y de capitales privados anónimos (en España a través de sus fundaciones), control y gestión de los recursos públicos, incluyendo su venta si lo estiman necesario; y, quizás lo más importante, el control de las fuerzas coactivas del Estado, el ejército y la policía.

Si bien la financiación por parte del Estado tiene la condición de que ésta es para velar por la independencia de los cargos políticos, ésta estalla ante la evidencia. En Estados Unidos la financiación pública es marginal porque los políticos, sus campañas y sus partidos son ampliamente financiados por las empresas privadas (que financian a ambos, para asegurarse ganar) y después tienen las puertas-giratorias abiertas de par en par. En España existen leyes que sirven para regular estas prácticas pero, o se han mostrado insuficientes, o se han quebrantado. Aún así, supongamos un marco perfecto en el que, mientras que se hace una carrera política, nadie recibiera financiación privada. 

Un partido, per se, es una entidad compuesta por un colectivo que se asocia en privado para llevar a cabo una actividad y que van a recibir una remuneración económica por ello. El partido es propiedad de sus militantes y de sus dirigentes, al modo que una sociedad anónima posee accionistas y un comité de empresa, tan solo que en este caso el accionariado no recibe ningún tipo de dividendos. 

Así pues, la democracia liberal capitalista lleva implícita el mensaje de la gestión privada de los recursos, de la privatización de los espacios comunes. Delegamos el poder político, formalmente del pueblo, en unos gestores privados contratados para ello. 

Además, la forma de desarrollar la política lleva implícito una lógica capitalista de mercados: hay que competir atrozmente por unos consumidores a los que les quieres vender tu producto, sin un auténtico y real diálogo entre las necesidades de éstos con los vendedores que, como cualquier mercachifle, te intentan vender su producto convenciéndote a través del marketing y destrozando a la competencia.

De esta manera, no es descabellado pensar que, la actual corriente neoliberal que está privatizando directamente los bienes comunes para que las empresas dispongan de ellos en beneficio propio; es la lógica respuesta del mercado, eliminando una serie de intermediarios que se están volviendo molestos algunas veces para las empresas, pues los gobiernos socialdemócratas o progresistas en muchas ocasiones han tenido que defender lo público para mantener las formas; y totalmente innecesarios ante los ojos de una parte de la ciudadanía, que ve como ningún partido o dirigente defiende sus intereses. El resto de la población está lo suficientemente alienada como para no plantearse estas cuestiones, pero también lo estará para aceptar las nuevas dinámicas que imponga el mercado y la burguesía en nombre de la eficacia o de la salvación del sistema.


Segunda cualidad, la forma parlamentaria representativa. Todas las personas de un país o de cualquier territorio en mayor o menor escala, delegan voluntariamente su voluntad (valga la redundancia aquí) y su capacidad de decisión sobre los asuntos políticos en un número muy reducido de personas. Y no hay mayor acto de desmovilización política que ese. 

Para explicar este caso concreto, recurramos al claro caso nacional. 

Con la Crisis de 2008 se produjo la enorme pérdida de confianza en la política que hemos estado arrastrando hasta prácticamente 2014. Debido a ello, se produjo la aparición del 15M, que supuso el mayor experimento democrático y de participación ciudadana que hemos tenido hasta la fecha: gente de todo tipo reuniéndose en las plazas, debatiendo los problemas corrientes de la vida diaria; el surgimiento de las mareas, como forma de protesta y movilización de sectores completos de la población; y, lo más importante, el pensamiento colectivo de miles de personas intentando imaginar y crear otro mundo y otro país posible.

El 15M tuvo un único problema, el mismo con el que nació y que le acabó matando: no tenían un planteamiento político destinado a la toma del poder. Querían "Cambiar el mundo sin tomar el poder",  como diría John Holloway. 

De este escenario de gente concienciada y movilizada pero sin un objetivo estratégico concreto surge PODEMOS. El partido de Pablo Iglesias (y al que pertenezco y participo), consigue aglutinar el descontento social fetichizando el problema en "la Casta", un conjunto de individuos que se han estado lucrando de la política y gobernando en contra del pueblo. Sin embargo, el surgimiento de PODEMOS ha tenido una enorme contrapartida a nivel social: si en Madrid, entre el 1 de enero y el 31 de mayo de 2013, hubo 2209 manifestaciones; en 2014 han bajado a 1406 para el mismo periodo [1].

La gente, ante la esperanza de cambio, ante una nueva esperanza de tener a alguien sobre quién delegar su voto, su voluntad y sus responsabilidades políticas; ha decidido dejar de ejercer el poder político por sí misma.

Esto nos demuestra, como plantea Zizek [2], que "lo que consideramos como "la crisis de la democracia" se produce no cuando la gente deja de confiar en su propio poder, sino, por el contrario, cuando deja de confiar en las élites, en aquellos que se supone que saben por ella y proporcionan las líneas de actuación, cuando la gente experimenta la ansiedad que acompaña al reconocimiento de que "el (verdadero) trono está vacío", de que la decisión ahora es realmente suya".

Así, en palabras de Trotsky [3], la democracia parlamentaria no entrega el poder al pueblo, sino que "pasiviza a las masas, dejando la iniciativa en manos del aparato de poder del Estado (a diferencia de los "sóviets", en los que la clase obrera se moviliza directamente y ejerce el poder)".


Tercera y última cualidad de la democracia parlamentaria burguesa: la exclusión de ciertas partes de la sociedad.

Primeramente, como hemos desarrollado antes, la lógica de la democracia burguesa como mercado ya te obliga a trabajar en ciertas mecánicas, interiorizando mensajes y conceptos como la competitividad y la venta del programa como un producto. Esta aceptación inconsciente desplaza otras formas de plantear y hacer política en nombre de la victoria.

Después, a colación de la desmotivación y la pasivización de la ciudadanía, la gente que no va a votar no se ve representada; además de la que ejerce su derecho y tampoco siente que ningún partido satisfaga sus inquietudes. Estamos hablando de un porcentaje importantísimo de la población y que no es solo característico de nuestro país.

Fuente: elaboración propia a partir de datos de las referencias [4-12].


Contemplamos como, por diversos motivos que abarcan desde el descontento, la dejadez, la falta de identificación con un color político determinado, el desconocimiento de los programas o candidatos o, directamente, la creencia de que votar no vale para nada; las cuotas de participación implican que entre un 25% de la población de nuestro país y hasta más de un 50 o casi en la Unión Europea y Estados Unidos se queda sin representación. La exclusión del entorno político está servida.

Sin embargo, participar tampoco garantiza que tu opinión, delegada a partir del voto, vaya a tener representación efectiva.
Si analizamos la composición de la Cámara del Congreso, el Partido Popular (PP) posee 186 escaños de 350, mayoría absoluta con un porcentaje del 53,14% sobre el total. Esta mayoría absoluta en el órgano de representación se consigue con 10,86 millones de votos, un 44,63% del total de votos emitidos, pero solo un 30,43% de personas con posibilidad de votar. De esta manera, una minoría impone su voluntad al resto de la población; cosa aún más desilusionante teniendo en cuenta que ni siquiera queda garantizado que sus representantes vayan a cumplir con el programa prometido (como se está comprobando de forma evidente).

Los partidos, de esta manera, no buscan la cooperación en los órganos de representación, sino competir por mayorías absolutas para imponer su criterio. Pese a todo, imaginando una situación de gobierno en coalición, seguiría sin representar al conjunto total de votantes y, mucho menos, de las personas no votantes.

De esta manera se produce una triple exclusión: 

  • a nivel conductual (se debe competir para ganar, otras formas de hacer política no son posibles debido a las reglas establecidas del juego); 
  • distinguiendo entre participantes y no participantes (con, además, el chantaje subyacente de "tienes derecho a votar, sino lo haces es porque no quieres", culpabilizando a quien no haya opciones); 
  • y entre grupos concretos de la población que imponen sus criterios al resto a través de sus partidos (poseyendo de manera privada las ideas políticas y a sus representantes); sin diálogo real entre estos grupos.

Sin embargo, esta democracia liberal burguesa parece que se está socavando a sí misma, como hemos señalado antes, por dos factores: al Mercado le puede terminar molestando esta forma de hacer política (que no el Estado) y la gente está cada vez más descontenta con este sistema.

De hecho, ya estamos viendo respuestas del capital, las dos más importantes son las del capitalismo asiático (un partido/Estado autoritario e inflexible con la población que asegura el marco jurídico y económico para las empresas, aunque se está trasladando a Europa en figuras como las de Putin, Zarkozy, Berlusconi y la extrema derecha emergente); y las de los tecnócratas, figuras que se erigen como gestores eficaces que toman las decisiones en base a los datos y no a cuestiones ideológicas (sin embargo, como sabemos, el "sentido común" no es sino el de la ideología dominante, la Ciencia no es imparcial en contra de la creencia positivista y no hay mayor acto ideológico o de fe que negar la propia ideología).


Así, quienes queremos un auténtico cambio social, no podemos contentarnos con tomar el poder a través de los mecanismos dispuestos por el Estado burgués, puesto que entramos en mecánicas y lógicas capitalistas sin darnos cuenta y nos vamos a relacionar con la población en estas condiciones sino planteamos nuevos marcos de interacción.

De esta manera, es vital actuar sobre las características que hemos ido numerando, a saber: la característica privada de los partidos, la competitividad, la representación y la exclusión.

La propuesta es clara, debemos ser capaces de:
  • articular un partido en el que verter todas las opiniones y los pareceres de la población (eliminando su privacidad y la exclusión), 
  • en el que las figuras de representación (ahora mismo obligatorias), sirvan como meras transmisoras de esas posturas que les lleguen a través de mecanismos de participación directa (democracia líquida); 
  • ir abogando por órganos que solo se rijan por la democracia directa y participativa (asambleas barriales, presupuestos participativos, etc...), 
  • abandonar los procesos competitivos electorales, optando por los sorteos, la única democracia radical y real que impide la profesionalización y la burocratización;
  • crear espacios de deliberación, físicos y virtuales, que con las herramientas que la tecnología nos brinda es más que posible (haciendo válida la premisa marxista de que cada sistema crea las herramientas para socavarse y destruirse); 
  • y actuar, siempre que sea posible, a través de acuerdos y consensos; enseñar a elegir prioridades y a hacer concesiones.
Muchas personas, haciendo más que válido el concepto de "inteligencia colectiva" contra el paradigma de la "propiedad intelectual privada"; han apuntado en muchos sentidos a varios de estos requisitos: Democracia 4.0, las asambleas de 15M, presupuestos participativos como los que plantean y realizan desde hace mucho tiempo en decenas de localidades, las asambleas sindicales, las pinceladas hacia el sorteo que apoyamos desde Sumando Podemos, etc... Lo que falta es terminar de articularlas en un solo proyecto que lo aúne todo.

Debemos entablar una relación sólida y directa entre el partido y la sociedad, contando siempre conque ésta en algún momento será superior al marco que establezca el primero y que habrá que dejar, con alegría y orgullo, que tome su propio camino.



                                                                                                                            


[1] "Las manifestaciones comienzan a descender a los niveles previos a la victoria de Rajoy" - http://www.elconfidencial.com/espana/2014-06-30/las-manifestaciones-comienzan-a-descender-a-los-niveles-previos-a-la-victoria-de-rajoy_152378/#
[2] "Primero como tragedia, después como farsa" - Slavoj Zizek, ed. castellana, Madrid, Akal, 2011.
[3] "Terrorismo y comunismo" - León Trotsky, ed. castellana, Madrid, Akal, 2009.
[4] "Elecciones generales de España de 2011" - http://es.wikipedia.org/wiki/Elecciones_generales_de_Espa%C3%B1a_de_2011
[5] "Elecciones generales de España de 2008" - http://es.wikipedia.org/wiki/Elecciones_generales_de_Espa%C3%B1a_de_2008
[6] "Elecciones generales de España de 2004" - http://es.wikipedia.org/wiki/Elecciones_generales_de_Espa%C3%B1a_de_2004
[7] "Elecciones generales de España de 2000" - http://es.wikipedia.org/wiki/Elecciones_generales_de_Espa%C3%B1a_de_2000
[8] "Elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2012" - http://es.wikipedia.org/wiki/Elecciones_presidenciales_de_Estados_Unidos_de_2012
[9] "Elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2008" - http://es.wikipedia.org/wiki/Elecciones_presidenciales_de_Estados_Unidos_de_2008
[10] "Elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2004" - http://es.wikipedia.org/wiki/Elecciones_presidenciales_de_Estados_Unidos_de_2004
[11] "Elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2000" - http://es.wikipedia.org/wiki/Elecciones_presidenciales_de_Estados_Unidos_de_2000
[12] "Elecciones al Parlamento Europeo" - http://es.wikipedia.org/wiki/Elecciones_al_Parlamento_Europeo


domingo, 30 de noviembre de 2014

La Independencia de Cataluña: Independencia para todos y todas

Ya en su día traté este tema, dando motivos y justificaciones por las que tomé determinadas posturas. Sin embargo, con el tiempo uno consigue nuevos datos, aprende cosas nuevas y realiza reflexiones que le obligan a adaptar las posturas manteniendo, por supuesto, la coherencia.

Hace dos semanas tuve la enorme suerte de conocer a Manolo Montero, gracias a un debate-coloquio que organizamos desde el Círculo de Chiclana de la Frontera; y el tema que tratamos fue las bases de proyecto municipalista democrático andaluz. Uno de los tantos puntos que tratamos fue la diferencia entre los conceptos "nación" y "estado", diferencia vital y que despertó en mi nuevas reflexiones que, a mi juicio, son interesantes de transmitir por escrito, aún habiéndolas expuesto ya en algún que otro debate.

La palabra "nación" evoca al hecho de "nacer", es decir, simplemente evoca al lugar al que uno pertenece y, por ende, le condiciona socio-culturalmente. La nación es natural, en tanto en cuanto que la "cultura", entendida como las señas identitarias de los colectivos humanos que permiten una relación coherente en un grupo; se genera de forma espontánea y diferenciada entre los distintos grupos. 

La palabra "estado" se refiere al marco legal y jurídico por el que se ordena un determinado territorio y las personas que en él habitan. Los Estados los crean y controlan los grupos dominantes de los diferentes territorios para mantener un control sobre sus intereses en ellos situados y sobre las personas que en ellos habitan.

El ejemplo más claro que muestra la diferencia abismal entre ambos términos es el caso de la invasión de un territorio por parte de una potencia extranjera: el nuevo territorio pasa a formar parte del Estado invasor, pero la gente de la tierra ocupada dista mucho de sentirse parte de esa nación opresora que, con el tiempo, le impondrá también sus señas y costumbres.

Sin embargo, como con todo, los términos no son objetivos y pueden utilizarse y poseerse para darles significados que favorezcan distintas posturas o a distintas personas.

Si bien el Estado en el Antiguo Régimen era claramente el territorio que poseían determinadas personas y sobre el que podían ejercer su voluntad ("El Estado soy yo" que diría Luis XIV); una vez que la burguesía se convierte en la nueva clase dominante y los ideales de la Ilustración toman lugar con la separación de poderes, el Estado moderno y contemporáneo toma nuevos roles. Según Ernest Mandel [1]: "La burguesía moderna no ha creado su máquina de Estado a partir de cero. Se ha contentado, a grandes rasgos, con tomar el aparato de Estado de la monarquía absoluta después de remodelarlo para hacer de él un instrumento que sirviera a sus intereses de clase." En este sentido, el Estado mantiene su función represora y su función de integración ideológica y, además, toma las nuevas funciones de crear el marco legal para asegurar las condiciones de la producción capitalista.

Un enorme error que comete mucha gente hoy día, muchos de forma intencionada y otros siguiendo la inercia de los primeros; es confundir y mezclar estos dos términos, de forma que dicha conexión pueda ser utilizada por el interés de unos pocos.

En el tema de la Independencia de Cataluña no es una excepción. El sentimiento "nacionalista" catalán se basa en un sentimiento sincero, alimentado por unas señas identitarias culturales propias que no han sido asimiladas por el resto de las naciones del Estado español (a diferencia de rasgos culturales andaluces como el flamenco, la "sevillana", etc...); y por una historia llena de represión y violencia por parte de los diferentes estados españoles: el asalto de los borbones a Cataluña el 11 de septiembre de 1714, con la consiguiente abolición de sus instituciones y libertades civiles; las continuas restauraciones borbónicas del siglo XIX que destruían los movimientos independentistas que surgían tras cada crisis política y territorial; la represión continua de los sentimientos nacionalistas por las dictaduras fascistas españolistas de Primo de Rivera y Francisco Franco y, actualmente, la continua negativa del Gobierno español a realizar un referéndum, un ejercicio de auténtica democracia.

Este sentimiento, sin embargo, está siendo utilizado por determinados sectores políticos catalanes (CiU, ERC) para crear una cortina de humo sobre las políticas de recortes anti-sociales que están aplicando, al igual que el resto de gobiernos autonómicos y el estatal; y, de alguna manera, señalarse como la única esperanza real para el independentismo, con tal de buscar la continuidad en el poder político. 

Esta utilización de un sentimiento nacionalista, natural y popular, por parte de la clase dominante es lógica dentro de las mecánicas en las relaciones que determina la economía y la ideología capitalista.

El capitalismo está consiguiendo, en palabras de Zizek, una "proletarización" de todos los elementos que conocemos en su sentido más radical. De esta manera, el "proletario" no es solo el trabajador al que se le priva del producto de su trabajo, sino que también se está proletarizando, por ejemplo, el medio ambiente (por generar beneficios se nos está privando de la naturaleza). En este caso, el sentimiento nacionalista no es una excepción.

Se nos priva de las señas culturales de nuestra tierra natal, para ser utilizado por un grupo de particulares para defender un Estado en el que tener un nuevo marco jurídico y legal en el que poder ejercer sus privilegios sin rendir cuentas al Estado al que pertenecen actualmente. Y es por esta inestabilidad y miedo a un nuevo marco legal por el que algunos empresarios catalanes se ha mostrado en contra de la Independencia y de la consulta (no sabemos que tipos impositivos tendría el nuevo Estado catalán y si pertenecería a la Unión Europea, con las ventajas que esto significa para ello).

Sin embargo, datos recientes hacen que cambie mi postura sobre el tema, porque anteriormente apoya la consulta, pero me mostraba en contra de la Independencia al, aparentemente, ser algo urdido por la burguesía catalana. 

Aparentemente, son las clases populares las que más apoyan la Independencia catalana y CiU cae vertiginosamente en las encuestas, lo que muestra que están siendo incapaces de capitalizar el sentimiento nacionalista y/o de enmascarar, con él, el austericidio al que están sometiendo a la ciudadanía. 

El proceso soberanista ha sido ejemplo de ilusión y participación ciudadana pues, ante la negativa y prohibición del 9N por parte del Gobierno español, ha sido el voluntariado el que ha conseguido que se celebrara un evento de tal calado, aún con los inconvenientes de que no contase con las garantías de un proceso controlado. El proceso soberanista, articulado de forma democrática, será una señal inequívoca de que, a través del movimiento ciudadano ejerciendo su voluntad, todo es posible.

Entonces, en esta coyuntura, es totalmente necesario que las izquierdas y las personas que defendemos los ideales de democracia y ruptura con un sistema que explota a las clases populares; apoyemos, motivemos y defendamos la escisión de la nación catalana con la nación española en un proceso constituyente que permita, a su vez, su ruptura con un modelo económico destructivo.

Esto es vital, no solo para Cataluña sino también para el resto de España, porque dicha ruptura motivaría, a su vez, la oportunidad de tener un Proceso Constituyente en el Estado español. Debemos romper radicalmente con el actual Estado para poder construir unos nuevos más acordes a las naciones y a la gente que las componen. 

Y es que, en ese sentido, los que nos consideramos internacional-socialistas tenemos que despejar todas las dudas: ser internacionalista significa que no queremos barreras ni fronteras y deseamos la unión de todos los pueblos, pero esta unión no puede ser a toda costa. La auténtica unión solo existe si somos libres en la decisión de asociarnos o no a otros y lo conseguimos en condiciones de Igualdad. Tenemos la responsabilidad de crear Estados que defiendan los intereses de las clases populares y que les devuelva sus señas culturales; Estado que podrán asociarse libremente y en igualdad de condiciones, sin verse subyugadas por un marco legal que las oprime.

Así que, pueblo de Cataluña, que continúe la lucha; estamos contigo.

lunes, 27 de octubre de 2014

Necesidad de una utopía

El texto que presento es el original que escribí para que el Círculo PODEMOS de Chiclana de la Frontera emitiera una nota de prensa para presentarse a la ciudadanía. 

Espero que lo disfrutéis:

NECESIDAD DE UNA UTOPÍA

"Según el famoso filósofo Slavoj Zizek: "Para mí la utopía política verdadera no es un sueño, es inventar una nueva forma de vida para poder sobrevivir. Así todas las utopías auténticas son, en ese sentido, un producto de la emergencia."

De esta manera, analizando nuestro país, se hace evidente que necesitamos una utopía más que nunca. La pobreza se ha disparado, habiendo incluso personas que son pobres pese a trabajar; el auténtico Hombre del Saco que es la malnutrición infantil acosa a 2 millones de niños, ese cuarto de la población activa que no encuentra trabajo, entre ellos jóvenes a los que no les dan una oportunidad y mayores de 55 años que pierden la esperanza de volver a trabajar y envejecer con tranquilidad; la impunidad de los políticos que roban y traicionan a sus propios ciudadanos y ni dimiten (porque para eso hace falta tener dignidad), ni les caen penas lo suficientemente contundentes como para escarmentar al próximo estafador; bancos rescatados con dinero público que no piensan devolver y que luego desahucian a familias y personas que no pueden afrontar la deuda contraída, pero que sí les pagaron a los primeros con sus impuestos; un cártel de compañías energéticas que no hacen si no subir y subir los precios sin importar el valor real de las energías y las necesidades de los ciudadanos; y una familia Real manchada hasta las cejas por escándalos de corrupción que ha intentado limpiarse cambiando de cara.

En definitiva, un país asolado por la pobreza. Y, aún peor, por la desesperanza. Porque no hay “brotes verdes”, ni “luz al final del túnel”, ni “vigorosas raíces”. Lo peor de estar perdido es no saber a dónde se va, ni si hay fin. 

Los continuos gobiernos de los partidos mayoritarios y sus cómplices nos han traído a esta situación y no saben (o no quieren) sacarnos de ella. Sus medidas se han demostrado interesadas que en cuanto que no han mejorado en absoluto la situación de la ciudadanía, pero sí la de sus amigos y señores; sin embargo, pretenden que nos las creamos como dogmas de fe, y por eso nos bombardean constantemente con ellas.

El día 25 de mayo sin embargo se produjo un hecho histórico: el bipartidismo no alcanzó ni el 50% de los votos y un partido con apenas 5 meses de vida logró un millón y medio de votos. PODEMOS irrumpió en el panorama político español arrasando.

¿Cuál es el secreto? Transparencia en vez de oscurantismo para evitar la corrupción, participación en vez de decisiones a puerta cerrada en despachos de banqueros y hablar el idioma de la calle: hablar del paro, de la pobreza, de la evidente podredumbre del sistema. 

Y esto es vital, porque trae algo mucho más importante a un país que se encuentra perdido. 

Trae esperanza, ilusión; que son otras de las características que suscita la palabra “utopía”.

PODEMOS nace de la emergencia que tiene la ciudadanía española por ser soberana y regir su destino, nace de la necesidad.

Y por eso, porque somos lo que el pueblo necesita para alzar su voz, sabemos que PODEMOS.

¡Sí, se puede!"