miércoles, 26 de junio de 2013

Lo que el Estado debería ser

Es un debate continuo entre defensores del socialismo y del liberalismo la importancia de las decisiones de los individuos y hasta dónde debe ser limitada la libertad de éstos para que no interfieran o se impongan a la sociedad. Obviamente es un debate muy difícil de solucionar porque, ¿qué prima antes? ¿El bienestar de la sociedad en su conjunto o el de los individuos? De hecho, ¿podemos hablar de "bienestar social", al no ser la sociedad un ente en sí misma, si no el resultado de un conjunto de individuos?
En este punto encontramos que dos de los más grandes filósofos de la historia, dos de los maestros de la sospecha, chocan frontalmente: Marx y Nietzsche.

Todos conocemos el planteamiento marxista del comunismo: la búsqueda de la igualdad en todos los individuos, dueños del producto de su trabajo, y la eliminación de las clases sociales como fin de la Historia, cuyo motor es la lucha entre las distintas clases que han aparecido a lo largo de ella y que, para él, tiene su culmen en la lucha entre los burgueses y el proletariado de la sociedad capitalista.
Sin embargo, Marx también contemplaba, en la última fase del comunismo, la eliminación de cualquier tipo jerarquía o Estado, y los individuos en su conjunto se gobernaban; por lo tanto, la "sociedad" también acaba con el Estado para los comunistas. También me gusta destacar el aspecto lineal de la Historia según Marx: al final todo terminará con la desaparición de las clases.

Nietzsche, sin embargo, aboga por el máximo individualismo, la clara diferencia entre hombres superiores e inferiores (y los primeros deben acabar con los segundos); y la continua y eterna guerra durante toda la historia, que el contemplaba como cíclica, interminable y que siempre se volvía a repetir. 
También odia al Estado, aunque estamos hablando de los Estados modernos del siglo XIX, la mayoría de los cuales aún son monarquías autoritarias en las que se produce el auge de los nacionalismos, los cuales también desprecia, pues el filósofo no tolera ninguna idea de conjunto sea "Nación" o "Raza" (lo cual deja de manifiesto que para nada se identificaba con el ideal Nazi). 
La filosofía de este autor es muy visceral, y a veces incluso inclemente, con ideas como la imposición de los fuertes sobre los débiles a toda costa, aunque, eso sí, para luchar contra el sentimiento de "rebaño" impuesto por el cristianismo y religiones judaicas durante siglos. Sin embargo, sería imposible desarrollar una sociedad con lo que ello implica (cultura, solidaridad, progresos técnicos, etc...), si los individuos nos dedicáramos a sobrevivir y a tratar de imponernos los unos a los otros de forma constante.
Si bien es cierto que estoy totalmente de acuerdo con él en que la historia es cíclica: la propia naturaleza nos lo muestra día a día, pues la evolución no es si no una continua escalada por la supervivencia de las distintas especies en las que intentan imponerse unas sobre otras.

Un filósofo que apoya claramente la idea de Estado es Rousseau, en base a que éste constituía un "Contrato Social" entre los gobernantes y el pueblo por el que unos y otros establecían un pacto de acuerdo mutuo en pos de ambas partes. Pese a todo, Rousseau consideraba "indeseable" las protestas de los ciudadanos si los poderes rompieran el acuerdo, por lo que el autor deja mucho que desear en cuanto a los derechos humanos y sociales.

Sin embargo, y vuelvo a repetir, estos pensadores son de una época en la que los Estados eran las posesiones de reyes, y eso incluía a su población, por lo que estaban sometidos a la voluntad de un sólo individuo. 
Pero a día de hoy, los Estados son supuestamente democráticos, herramientas del pueblo para gobernarse a través de unos representantes. Todos sabemos lo falso que es esto, puesto que nuestros gobiernos responden sólo a los intereses de unos pocos: los grandes capitales, los capitalistas de los que Marx nos avisó, que conseguirían implantar un capitalismo globalizado en el cual podrían someter a la clase obrera. Yo creo que lo clavó.

Entonces, es cierto que el Estado ahoga muchas veces a los individuos, pero suelen ser los gobiernos más conservadores, con ideales y dogmas religiosos de siglos y milenios pasados, los que más oprimen a la población con tal de crear un clima de "Unidad" o, mejor dicho, de "homogeneidad del pensamiento". Pero claro, no son si no personas (unas cuantas, no más de miles) muy poderosas las que se encargan de que esto sea así, puesto que no les interesa un pueblo fuerte que les limite su poder o nuevos individuos sobresalientes que les pongan en jaque.

Así que, de nuevo lo vemos claramente: los poderosos no entienden de ideologías, sólo buscan su máximo beneficio. Por el lado económico defienden un liberalismo extremo, para que sus movimientos e ingresos no tengan trabas ni gravámenes; y el por el lado social lo peor de un Estado opresor y autoritario, recurriendo al fascismo siempre que les es necesario como ya se ha visto a lo largo de la historia, financiando a monstruos como Hitler ("Negocios son negocios: Los empresarios que financiaron el ascenso de Hitler al poder
", Daniel Muchnik) o Pinochet (ayudado en el aspecto económico por Milton Friedman y sus "Chicago Boys").

Además, los "des-gobernantes" que tenemos han provocado justo lo que ellos querían: el pueblo siente un total rechazo hacia el Estado, viéndolo como enemigo y opresor; como no podía ser de otra manera con el trato recibido.

Y aquí es donde se debe actuar. El pueblo, todos nosotros, debemos recuperar y tomar el Estado como nuestro y volver a ser conscientes de que el Estado, somos todos. 
El Estado debe ser la herramienta que reúna los esfuerzos y los intereses de la mayoría de los individuos con objetivos y deseos comunes, y que sirva de balanza y contraposición al poder de unos pocos. Debe ser lo que nos permita defendernos de los terroristas financieros y, lo más importante, que nos permita ser felices.

Porque, si bien es cierto, como dice la teoría individualista, que cada uno tenemos nuestros propios intereses y objetivos y, por lo tanto, distintas maneras de ser felices; ése es precisamente el principal objetivo del ser humano: ser feliz. Y yo diría que incluso por encima del deseo a vivir, pues no pocas personas se han quitado la vida ante la imposibilidad de conseguir sus sueños.
Bien es verdad que nos educan en el miedo a la muerte y en la apatía: es mejor vivir de cualquier manera que morir en pos de un sueño. Y ésta es una de las principales críticas de Nietzsche con la que estoy total y profundamente de acuerdo.

¿Si nunca jamás puedes aspirar a la felicidad, de qué te sirve tu vida? ¿Para ser un esclavo? ¿Un borrego? ¿Te basta con comer y respirar aunque te veas relegado a ser un engranaje más en el sistema capitalista que nos domina?

Otro punto que parecería que en principio tenemos todos los seres humanos es el deseo a reproducirnos. Sin embargo, ésto, que es lo más básico y el principal objetivo de la vida (pues tus genes "desean" replicarse a toda costa); es rechazado por dos colectivos tan
 enfrentados, a veces y por desgracia, como los homosexuales y el clero; que anteponen sus sentimientos y creencias, es decir, lo que les hace felices, a una necesidad tan primitiva.
Y no sólo éstas personas, si no los cientos de miles que a lo largo de la historia han muerto, muchísimos de ellos son jóvenes sin descendencia alguna, en pos de ideales, para que éstos sobrevivieran: podemos hablar de una preferencia a reproducirse "intelectualmente" (que aquello en lo que creo sobreviva para las generaciones futuras), a biológicamente.

Entonces, resumiendo: el Estado debe ser una herramienta al servicio del pueblo, constituido por la mayoría de los individuos, cuyo máximo interés y objetivo común es ser felices.

¿Qué es necesario para conseguir esto?

Principalmente, y repito otra vez, que el Estado sirva al pueblo, por lo tanto deben fomentarse sistemas de gobiernos democráticos con mayor participación ciudadana y que permitan un mayor control de los gobernantes.

Por otro lado, es cierto que el individuo acaba donde empieza el Estado, por lo que lo ideal es que las leyes no sean restrictivas en temas sociales; es decir, que se permitan todas los actos y alternativas siempre y cuando no dañen a los individuos. Por ejemplo, en el tema del aborto, la elección es libre y de la mujer, tanto si quiere como si no; pero, a su vez, el médico tiene derecho a la objeción de conciencia para practicarlo o no, así como los colectivos antiabortistas tienen derecho a hablar y convencer a través de la palabra. Lo que debe estar prohibido es convertir las creencias de unos pocos en ley.

Otro punto de interés es el tema salarial y de igualdad económica. Hay que garantizar un mínimo para todo el mundo, pero no tratar a todos por igual; déjenme que me explique.
Es el objetivo de toda la sociedad, que todos las personas que la constituyen tengan sus necesidades básicas cubiertas; y en este punto me declaro totalmente a favor del ideal comunista. Sin embargo, hay distintos trabajos y personas, con diferentes dificultades y, sobre todo, responsabilidades. No es ya un tema de estudios y diplomas, si no de lo delicado que es el objeto que trata cada individuo. No tiene la misma responsabilidad un presidente de gobierno que un barrendero, creo que es bastante obvio y evidente; pero está también claro que ambos cumplen una función necesaria para la sociedad. Ergo, ambos deben tener sus necesidades cubiertas, pero el primero debe tener derecho a algo más por su labor.
En este punto, creo que la solución se haya en la idea de la Economía del Bien Común de Christian Felber, que contempla la idea, no sólo de una salario mínimo, si no de un salario máximo. 
Porque no puede existir igualdad social si las diferencias entre los de arriba y los de abajo son abismales, pero tampoco puede existir felicidad individual si una persona no cree que su trabajo está lo bastante recompensado. Hay que buscar el equilibrio.
Y ojo, a los individuos más sobresalientes tampoco les interesa una enorme desigualdad, aunque esto parezca contradictorio: porque pondrán de nuevo en marcha la lucha de clases y pueden perderlo todo.

Por último, y quizás lo más complejo, es cambiar el concepto de felicidad. Aunque esto parezca contradictorio con respetar la idea de respetar las decisiones individuales, yo no lo creo: porque millones de personas repitan una mentira no la convierten en verdad. Y es que, el problema de fondo y que arrastramos es que nos han educado durante siglos, y el capitalismo se ha encargado de explotar al máximo, que lo que nos hace felices es tener cosas. Si no tienes un coche más rápido, una casa más grande y el último ordenador no eres nadie; y si para colmo no son mejores que el de tu vecino no sólo no eres nadie si no que eres peor.
Nos muestran sueños inalcanzables como paraísos urbanísticos como Dubai, lujos como coches de oro y mansiones de ensueño y nos dicen "esto es posible gracias al capitalismo, en el comunismo estaríais en la más absoluta pobreza". Pero no nos cuentan el precio de todo ello, que es la explotación, y podríamos decir esclavitud, de millones de personas de todo el mundo, y el expolio de los recursos naturales de los países tercermundistas. Es por eso que defiendo que el socialismo debe ser internacional, aunque esto es otro tema.
Jamás una persona podrá conseguir tales lujos con el fruto de su propio trabajo, y eso debemos enseñarlo. Sin la mano de obra infantil un jeque no tendría lo que tiene, y sin que un obrero se muera por no tener las protecciones reglamentarias un pez gordo de las inmobiliarias no su hubiera hecho de oro durante la burbuja. Debemos mostrar la crueldad de este sistema y repudiar que alguien sufra para que otro, no ya sobreviva, si no que gane algún punto porcentual más en bolsa.
¿Acaso no se puede ser feliz en un Estado dónde no sufras penurias? ¿No se puede ser feliz sin coche, si existe un servicio público que te permita desplazarte con comodidad?
No se trata de ser conformistas (que es como somos ahora mismo), si no de aprender a decir "basta, ya tengo todo lo que necesito".

Y creo que esta es la idea de Estado a la que debemos aspirar. Un Estado que no nos contemple como rebaño, si no como individuos colaborando juntos en aras de un bien mayor,  y que, a su vez, nos permita ser felices de forma independiente.

domingo, 23 de junio de 2013

Que ardan las banderas

No sé si a ustedes os pasa que últimamente, cada vez que veo una bandera de España, no puedo reprimir un visceral "Puto país de mierda".

No importa si es un pobre desgraciado que de verdad siente los colores por el fútbol, un casposo cuarentón bien vestido de "los de toda la vida", en un cinturón o en una tienda de souvenirs. Lo siento, me sale solo: "Puto país de mierda".

De hace un par de años hacia acá nos están intentando vender el concepto de "Marca España". En teoría hace referencia a la imagen que tienen de nuestro país en el extranjero y que debe ayudar a hacer apetecibles nuestras costas a los turistas o atraer a los inversores para crear esas empresas que tanto necesitamos. Sin embargo, España no deja de ser ese hidalgo caballero que tan bien nos describió el autor anónimo del Lazarillo de Tormes, el cual pedía para su señor, que pese a ser un muerto de hambre, debía aparentar nobleza, y por lo tanto, ponía a otro a mendigar por él.

No podemos aceptar críticas cuando el New York Times (periódico de perfil capitalista, conservador, de gran prestigio y, por lo tanto, nada sospechoso de pertenecer a la izquierda reaccionaria); mostraba las imágenes de personas cogiendo alimentos de la basura, porque eso manchaba la "Marca España". No es "bueno para la Marca España" que cientos de miles de personas que salgan a manifestarse a las calles ejerciendo un derecho y un ejercicio profundamente democrático, porque hace que se pierda la confianza de "los mercados", esos dioses de los liberales. No era bueno para la imagen de este país que la Infanta Cristina de Borbón fuera imputada por el caso Nòos, pese a que cualquier otra persona en su situación, como ya han reconocido muchos jueces, ya habría sido imputada y juzgada con los delitos que, presuntamente (no olvidemos el "presunto"), se la relacionan.

No es malo para España que miles de jóvenes nos tengamos que ir a buscar un futuro fuera. "Exportamos a los jóvenes más preparados de Europa" decía cierto anuncio cínico de cierta compañía de embutidos.

Nada es malo para ese hidalgo caballero, mientras mantengamos el orgullo castizo del español de bien, que en palabras de don Wert, "se crece ante el castigo".

Resulta que son las quejas del pueblo ante la miseria, el hambre y los desahucios; las huelgas, los colectivos ciudadanos y los economistas, periodistas y expertos de todo el mundo que no comulgan con el modelo neoliberal, y que por tanto critican a nuestros gobernantes y sus recortes, los que manchan la "Marca España".

No manchan nuestro prestigio: el hambre, la pobreza, los desahucios, leyes retrógradas dignas del Generalísimo, el altísimo paro, costumbres medievales como el toreo, la brutal corrupción entre los políticos de todos TODOS los colores y la familia real, la brutalidad policial ya denunciada por Amnistía Internacional, los asesinatos machistas, una democracia débil, de pandereta; el elevadísimo fraude fiscal de los besa-banderas, que aún haya gente enterrada en las cunetas, que cada vez que la ciudadanía se rebele sea tildada de terrorista o nazi, la persecución a jueces y fiscales cada vez que se meten con los oligarcas, las obras faraónicas inútiles, una ley de transparencia que luce por su ausencia, la intrusión de la Iglesia en un Estado supuestamente laico, que nos bajemos los pantalones ante empresas como EuroVegas, el gobierno alemán y la maldita Troika. Eso no, eso es bien.

Por eso, cuando nos mandan a respetar símbolos del Estado, mientras que las personas que viven en él les importamos más bien poco; cada vez que se reabre el debate sobre un cacho de tierra como Gibraltar, en lugar de luchar porque los ciudadanos mantengan unos miseros metros cuadrados que llaman hogar... Siento el más profundo odio, siento esa rabia que hace que se te salten las lágrimas...

Salvemos a los símbolos, no a las personas; mientras que desde fuera todo parezca bonito (y barato), aquí dentro no pasa nada.

Por eso, y mucho más sin duda, que ardan las banderas; que se derriben hasta los cimientos los sistemas político-económicos que mantenemos a nuestra costa, y que resurjan las personas.

Hay muchísimos sistemas económicos, políticos y culturales mucho más humanos, objetivos, científicos y avanzados que el que tenemos. Y no se esconden bajo trozos de tela pintados que llaman "a la unidad": sus razones y la madurez de sus ideas bastan como para no tener que recurrir a un barato sentimentalismo.

Publicado originalmente en Facebook el 28 de mayo de 2013

La derecha española: liberalismo cuando interesa.

Hablemos de la supuesta "libertad" que nos venden los liberales.


El liberalismo es una corriente de pensamiento que surge en los siglos XVII y XVIII en contra del despotismo, que era el sistema de gobierno más habitual de aquella época.

Abogaba por la República y por el ateísmo, ya que tanto los monarcas como la Iglesia Católica eran los principales opresores y privadores de libertades y derechos. Entonces, es lógico pensar que muchos pensadores de la época (Voltaire, Hume, Kant, Locke...), idearan sistemas en los que el individuo estaba por encima de supuestos "poderes" impuestos, ya fuera por la fuerza, la ley o de orden divino. De hecho, como se nos ha dicho en múltiples ocasiones, las Constituciones de origen popular que surgen en los siguientes siglos se apoyan en esta línea de pensamiento, siendo la más importante y que inspiró a las demás, la nuestra de Cádiz de 1812, la famosa Pepa.

Pero esto es lo que conocemos como liberalismo social, por otro lado está el liberalismo económico, que basa su teoría en la mínima intervención del Estado en los asuntos económicos, con la reducción total de impuestos y gravámenes a las mercancías y transacciones. Según esta teoría, el no intervencionismo por parte de los poderes públicos, permite la igualdad de condiciones de todos los individuos, lo que permite un marco de competitividad justa. Aún más, desde que se crearon los "mercados" (sí, esos de los que tanto habéis oído hablar y que hay que tener contentos para que no suba la prima de riesgo); los liberales creen que, sin la intervención del Estado, éstos se regulan solos y llegamos a un punto de equilibrio.

De aquí nace la corriente liberal que tan fuerte está soplando por estas fechas, y de las que algunas personas se hacen emblema, como la ex-presidenta de la Comunidad de Madrid.

Sin embargo, el liberalismo que promueven hoy está muy lejos de aquél que se promovió en las Cortes de Cádiz. Déjenme que me explique.

Bajo el punto de vista económico, nos están creando la idea de que hay que ser competitivos, vivimos en una sociedad en la que prima el "yo" y nos venden la libertad individual absoluta y la propiedad privada por encima de los demás derechos de los ciudadanos. Están implantándonos el individualismo más radical posible.

Desde personas que pertenecen al grupo de Gobierno, o afines a él, nos llegan muchas frases del tipo "la gente no tiene que por qué pagar la parte de un tren que no utiliza”. Ese tipo de cosas cala en la mente colectiva y nos divide, nos hace creer que estamos manteniendo a los demás, que son parásitos, con nuestro dinero. Denegar atención sanitaria a los inmigrantes como si fueran los culpables de la situación actual, demonizar a los funcionarios, hacernos creer que todas las empresas públicas están mal gestionadas y nos cuestan mucho más que si fueran privadas... y un largo etcétera de situaciones y medidas que está tomando el Gobierno van en el mismo sentido: destruir nuestro sentir colectivo en aras del individualismo.

Con la otra mano nos venden la libertad: un mercado con menos impuestos, sin la intervención del gobierno, donde cada individuo decide con su dinero y no tiene que estar pagando obligatoriamente cosas como la Seguridad Social o la escuela pública.

Como podéis ver, ellos mismos se dejan en evidencia, porque un liberal jamás hubiera nacionalizado un banco, subido los impuestos, saneado las autopistas con dinero público y pagado multitud de cosas directamente del dinero del contribuyente. Hipocresía en su estado más puro.

Pero también hay que tener cuidado con el liberalismo puro.

La creencia (repito, creencia) de que los mercados se autorregulen es totalmente absurda. Un sistema creado artificialmente por el hombre no puede responder a las leyes naturales de equilibrio. De hecho, el mayor ejemplo de esto está sucediendo durante esta crisis con la ya famosa prima de riesgo: da igual lo que hagan los gobiernos, que sube o baja de forma "arbitraria", pero casualmente siempre está alta cuando hay consejos de ministros en los que hay que tomar medidas realmente dolorosas para el pueblo. Otro ejemplo más, Grecia que lleva ya 3 años de planes de austeridad y privatizaciones salvajes tiene una situación actualmente de pos-guerra en el que su PIB (Producto Interior Bruto, el dinero que hay en ese Estado) en 2013 será un 25% menor que cuando empezó la crisis y su prima de riesgo a día de hoy es de... 1829 puntos básicos. (Dato: www.datosmacro.com/prima-riesgo/grecia)

Aún más, nos venden los mercados como entes etéreos, por encima de los mortales que saben perfectamente como se debe gestionar la economía y a los que, sin embargo, nosotros, necios e inconscientes, les llevamos una y otra vez la contraria. Pues no señoras y señores, los mercados tienen nombres y apellidos, y son personas y sociedades con ánimo de lucro (muchísimo) que juegan con la especulación para hacer dinero. Los mercados son desde fondos de capitales privados y fondos de pensiones hasta bancos; y no sólo americanos o chinos, si no también europeos e incluso los propios bancos españoles.

Por estos motivos defiendo que está totalmente injustificado pensar que la economía se regulará de forma espontánea eliminando el Estado: no hará si no dejarnos a merced de unos nuevos tiranos.

De hecho, el liberalismo sólo se fomenta a nivel económico, porque a nivel social se produce todo lo contrario, siendo lo más significativo la reforma constitucional que PSOE (en el Gobierno) y PP apoyaron para darle prioridad absoluta al pago de la deuda por encima de todos los demás gastos que pudiera tener el Estado. También merece la pena mencionar como, con la ley del aborto, van a eliminar la libertad de decisión de la mujer sobre la interrupción del embarazo, con la excusa del derecho a la vida, si bien ellos siempre priman el derecho a la libertad por encima de otros.

Y muchísimos casos más como la criminalización de la protesta pasiva, el plantearse eliminar el matrimonio homosexual, no preguntar al pueblo en referéndum si quiere o no pagar la deuda (que sería liberalismo puro, la decisión individual directa); negar un referéndum para la independencia de Cataluña, criminalizar partidos políticos de la Izquierda Abertzale... que pueden apoyar ideas independentistas, pero, os recuerdo otra vez, que el liberalismo tiene como máxima la no-intervención del Estado, así que cualquiera puede presentarse a las elecciones siempre y cuando cumpla los requisitos legales.

Por otro lado fomentan cosas que jamás haría un auténtico liberal: defienden la monarquía y el sectarismo religioso. El rey no gobierna, pero tiene decisión y capacidad de vetar cualquier ley, inmunidad legal y demás privilegios, entre ellos, vivir de nosotros y no por sus propios medios; por otro lado, le permiten a la Iglesia privilegios fiscales y la subvencionan con dinero de las arcas públicos, tanto del creyente como del no creyente, y ahora permiten el segregacionismo en las escuelas privadas (que también reciben cuantiosas sumas de dinero
público) porque, esta vez sí, la gente "tiene derecho a decidir sobre la educación que quiere recibir su hijo".

En definitiva y resumiendo, nos venden un modelo “neoconservador” con lo peor del conservacionismo a nivel social: coartan la libertad del pueblo soberano a si quiere o no seguirle el juego a los mercados, eliminan derechos sociales, agravan la desigualdad entre diversos colectivos (gays, inmigrantes, no-creyentes, independentistas,...) y fomentan prácticas arcaicas. Por el lado económico, libertad absoluta al más puro estilo neoliberal, dejándonos a merced de las élites económicas mundiales que podrán actuar con absoluta impunidad, destruyendo las pequeñas y medianas empresas que queden en nuestro país al no poder competir con los bajos precios que ofrecen las grandes; que se logran a costa del sufrimiento humano en el Tercer mundo y de la agonía del planeta Tierra.

Debemos recuperar el sentido de Estado, porque el Estado tampoco es un ente al que si declaro un poco menos en la declaración de la Renta no importa, el Estado somos todos los ciudadanos: el Estado es nuestro, y por eso no podemos permitir que lo destruyan. Para formar el Estado hemos aceptado un contrato social que es la Constitución Española, y somos nosotros, y no cuatro politicuchos hipócritas, los que tenemos la libertad de decidir cambiarla. Y con libertad absoluta elegimos atenernos a unas leyes destinadas a permitir a todos unos mínimos de libertad, igualdad y de bienestar.

Y eso tenemos que verlo, que es mucho más noble privarnos de un poco de libertad en aras del bien común, en bien del prójimo y de nosotros mismos, en bien del Estado; porque el individualismo y la competitividad van en contra de otros valores que nos han enseñado desde pequeños mucho más elevados: solidaridad e igualdad. Los mercados se ríen escandalosamente de esa máxima cristiana que tanto promulgan desde los altares que es "amaos los unos a los otros como yo os he amado"; juegan con doble moral.

La libertad es un gran valor, sin duda alguna, quizás de los más bellos que hay, pero la libertad no es libertinaje, la libertad es poder hacer aquello que deseemos sin privar a los demás de que puedan hacer lo mismo, y nos hacen creer que es el Estado, tirano, el que nos lo impide; pero es el bolsillo el que nos lo va a impedir cuando no podamos pagar sanidad o educación. Y quiero hacer hincapié en ésta última, puesto que la educación es la que nos permite desempeñar el trabajo que deseemos.

Libertad sí, como derecho para decidir como individuo cómo quiero vivir mi vida, pero no como derecho del rico para esclavizarme.

Porque ya lo decía Rousseau en el Contrato Social: "El más fuerte no lo es siempre demasiado para ser constantemente amo o señor, si no que transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber".

Publicado originalmente el 13 de octubre de 2012 en la página del Frente Cívico - Asamblea de San Fernando. Editado el 23 de junio de 2013