viernes, 9 de agosto de 2013

Corrupción, capitalismo y contrato social

Una intensa noche de debate tuvo lugar hace unos días. Una de esas noches tan escasas, y que por eso tengo en tan alta estima, en la que debatimos sobre política y economía, no sólo gritando y señalando culpables con un dedo (que es lo fácil e irreflexivo); si no teorizando, reflexionando y filosofando sobre la "prima causa" de los fallos del sistema capitalista.

Entre ellos está la corrupción de los partidos políticos, tan habitual y frecuente en nuestro país que casi se diría que forma parte de la naturaleza de nuestros representantes y congéneres; y sin embargo, tan extrañamente hallada en los países centro y nor-europeos.

También es conocida la corrupción en los países latinoamericanos, de distintos orígenes, como pueden ser grandes compañías, cárteles de la droga o, simplemente, fruto del propio ego de dirigentes caciquiles.

Y no podíamos olvidarnos de mencionar la corrupción que infestó al Partido Comunista de la URSS, ya por el final de la Guerra Fría; que propiciaron la aceptación del capitalismo y la caída del comunismo, así como del Telón de Acero, en 1989.

Pero, ¿qué entendemos por corrupción? ¿Qué es? ¿Qué implica? Y, sobre todo, ¿cómo y por qué se produce?

Según la Real Academia Española (RAE), la corrupción es: "
En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores." [1]

Es muy significativo como el propio diccionario recalca que la corrupción se da, especialmente, en las organizaciones públicas; y nos preguntaríamos por qué en la privada no se da, pero la diferencia es obvia: una empresa utiliza el capital propio para obtener beneficios, y no el de todos los contribuyentes. O eso parece en principio...

Sin embargo, nos hace plantearnos que, aparentemente, la corrupción surge sola, la definición no hace referencia alguna a una fuente externa "corruptora". Son los gestores los que a sí mismo se corrompen, como si fuera un fenómeno natural que tiende a darse espontáneamente.

Y, ciertamente, esto es así muchas veces. El poder corrompe en cuanto a que alimenta el ego y puede hacer que personas con un bajo concepto de sí mismas, o con ansias de poder, vuelquen sus esfuerzos en llenar ese "vacío" moral o económico.

Pero otras muchas veces, yo diría incluso que la mayoría, la corrupción surge ante una tentación, es decir, responde a la acción de un agente externo que propone una transacción de favores: existe un corruptor y un corrompido. 
En estos casos, obviamente el corruptor debe poseer más poder que el corrompido, porque si no, no tendría nada que ofrecerle.

En España, tenemos los dos casos: por un lado, tenemos los EREs andaluces, que responden a una corrupción del primer tipo (gestores públicos que deseosos de obtener más beneficios roban del dinero de todos); y después casos como los papeles de Bárcenas y la concesión de las ITV en Cataluña, que responden a favores que se hicieron a empresarios corruptores.

Sin embargo, hay algo muy curioso con respecto a la corrupción de origen externo, como ya he dicho antes, y es que países como EEUU u otros de Europa no se dan tan frecuentemente. ¿O es que, quizás, está interiorizada dentro del sistema? Veamos esto con más detenimiento.

El principal escándalo con los papeles de Bárcenas es que las donaciones que fueron realizadas por distintas empresas de la construcción y de otros sectores, incumplen la ley de subvención a partidos políticos, coincidiendo con campañas electorales, o con concesiones de obras públicas a estas empresas; porque rebasan el límite legal de dichos ingresos, pese a que los intentaron fraccionar para que parecieran estar dentro del marco que estipula la ley.

Lo curioso es que en EEUU, estas donaciones privadas son totalmente legales, y con cifras astronómicas que ya quisiera el señor Rajoy. La mayoría de las grandes empresas americanas financian, de hecho, a ambos partidos, de manera que gane el que gane se aseguran tener bien atados sus intereses. 

Porque, ¿para quién vas a gobernar? ¿Para el 80% de la ciudadanía estadounidense cuya riqueza asciende al 7% de la nación, o para el 1% que posee el 40% de la riqueza?[2]

La respuesta es obvia.

Para colmo, tenemos otro tipo de fenómeno de corrupción, que no se basa puramente en el dinero, si no en la recolocación de  los cargos públicos en las empresas privadas: lo que se conoce como el fenómeno de la "puerta giratoria".

En España, los casos más sobresalientes son nuestros amados Felipe González, Jose María Aznar, ambos ex-presidentes; y Rodrigo Rato, ex-ministro de Economía y director del FMI. Los dos primeros están de asesores en empresas del cártel de la energía en España, respectivamente en Gas Natural y Endesa, empresas que privatizaron en su día. A Rodrigo Rato no creo que haga falta presentarlo mucho gracias a su brillante actuación en Bankia, y luego de ser expulsado con una millonaria retribución por su gran labor, está de asesor en Telefónica, la cual también privatizó en su día. Sin embargo, tenemos muchos más casos de colocación en 26 de las 35 empresas del IBEX35[3].

Así mismo, tenemos los casos de Capio, empresa sanitaria que desea comprar los hospitales públicos puestos a concurso por la Comunidad de Madrid, del que es principal accionista el marido de María Dolores De Cospedal, secretaria general del Partido Popular, y defensora a ultranza de la privatización de la sanidad.

Como vemos, se produce una preciosa cadena de favores. Pero esto que en España aún vemos como "no deseable", en EEUU es totalmente normal, así como en Europa. Se produce en todos los lobbies como el de la alimentación (altos cargos de la FDA, la agencia de control alimentaria americana, pasan a la Monsanto y otros gigantes de los transgénicos[4]), el de la sanidad[5], la industria musical y cinematográfica[6] y las empresas financieras[7]. Y en Europa, exactamente igual[8].

El único parche que hemos puesto aquí es la supuesta "ley de incompatibilidades", por la cual un cargo público no puede entrar en ninguna empresa que estuviera relacionada con su responsabilidad antes de dos años... Pero, ¿quién no puede esperar un par de añitos con un sueldo vitalicio, además compatible con su nuevo cargo?

El único defecto que vemos aquí es que es ilegal, y por eso lo llamamos corrupción.
Sin embargo, tan zoquetes somos, que si todas esas financiaciones de empresas privadas a los partidos políticos fueran legalizadas mucha gente dejaría de levantar su voz. 

Entonces nos planteamos, ¿qué es la corrupción? ¿Algo que se puede legislar a conveniencia para qué aparezca y desaparezca? ¿O, más bien, existe una responsabilidad moral a la que se debe responder y de la que tenemos que hacer conscientes a los ciudadanos para que la hagan respetar?

Así que, volvamos a plantear, ¿qué diferencia a una empresa privada de un organismo público?

Yo considero que la principal diferencia entre ambas es el compromiso y el contrato ético y social que el ciudadano establece con el Estado. Déjenme que me explique.

El poder del Estado reside en el pueblo soberano, o al menos en teoría; y el hecho de que cualquier gestor (porque eso es lo que son los políticos, los gestores de nuestro poder y dinero) traicionen al pueblo usando el poder cedido para sus propios fines e intereses es donde se halla el pecado de la corrupción.

Por ello también la corrupción es más visible en países con regímenes políticos socialistas y populares: cuanto más firme y rígido tienda a ser el acuerdo entre los dirigentes y la población, más fácilmente quebrantable se vuelve.

No es cuestión de dinero, ni de años, si no de traición.

El Estado tiene el deber de cuidar de los intereses de todos los ciudadanos y eso incluye, sobre todo, a los que menos tienen y menos pueden cuidar de sí mismos. Y sin embargo ahí los vemos, destruyendo la sanidad pública, la ley de dependencia, parando la ley anti-desahucios que sacó la Junta de Andalucía y larguísimo etcétera. Todo para defender los intereses de "la mano que les da de comer".

En una empresa también nos podemos hallar con situaciones de traición al empleado como bajar los salarios realizando el mismo trabajo (porque, ojo, al trabajador se le paga por la fuerza de trabajo con la que contribuye a la empresa, no porque el empresario le haga un favor); cuando no se le pagan horas extra y muchas otras prácticas ilegales o, al menos, reprobables.

Pero todos sabemos que la empresa pertenece a un individuo, y que ese individuo intentará optimizar siempre que pueda sus beneficios, aún a costa de los trabajadores (muchas veces, de hecho). Y para eso existen los sindicatos, tan asediados por los poseedores de los medios de producción, y tan desprestigiados por los dirigentes de los propios sindicatos mayoritarios.

Sin embargo, el Estado es de todos y cada uno de nosotros, y he ahí el "quid" de la cuestión. 


Cada vez que se privatiza una empresa pública, están regalando (porque los precios de las privatizaciones suelen ser irrisorios) nuestro dinero y medios de producción estatales que podrían generar beneficios para el propio Estado. La situación se agrava aún más estando en una situación de extrema deuda como la que estamos: es estúpido vender los medios que podrían generar ingresos al Estado, o al menos mantienen más bajos los gastos, para pagar deuda sin que ésta quede saldada. Es cómo si vendiéramos nuestras herramientas para afrontar una deuda, ¿si no puedes trabajar, cómo la pagas?

Lo más grave de la corrupción es que unos pocos se hacen dueños de lo de todos, lo gestionan a su conveniencia y no dudan en venderse a los auténticos gobernantes de este sistema para asegurarse un puesto, en vez de cumplir con su deber para con los que les pusimos ahí. Y lo peor es la permisividad por parte de la población porque creemos que lo público es "gratis".

Y nada más lejos de la verdad. 


Por lo público se han levantado los ciudadanos una y otra vez a lo largo de estos siglos y han combatido a los burgueses, que jamás han querido otra cosa que un estado de esclavitud basado en la mayor desigualdad posible para crear un abismo estamental imposible de salvar. Y para ello se ha pagado siempre el más alto precio: el de la sangre.

No permitamos que nos engañen y nos roben. No permitamos que devuelvan gratuitamente a los opresores lo que nuestros abuelos y antepasados lucharon y ganaron con sangre y dolor.

La única manera de impedir la corrupción no es un sistema de leyes, si no una conciencia ciudadana firme y sensible ante los escándalos, que plante cara ante estos desacatos con toda la rotundidad posible y necesaria. 

Somos nosotros los que podemos impedir la corrupción y obligar a que se cumpla el contrato que firmamos con nuestros dirigentes en unas urnas.

[1] Real Academia Española http://www.rae.es/rae.html
[2] "Desigualdad de la Riqueza en Estados Unidos" http://www.youtube.com/watch?v=r4yh9fzuqRE
[3] "Los expolíticos ganan peso en las grandes empresas" http://www.publico.es/dinero/371714/los-expoliticos-ganan-peso-en-las-grandes-empresas
[4]Ecologistas en Acción. "Puertas Giratorias: Monsanto y la Administración"  http://www.ecologistasenaccion.org/article16774.html
[5] esglobal. "La 'puerta giratoria' en la política estadounidense". http://www.esglobal.org/la-%E2%80%98puerta-giratoria%E2%80%99-en-la-politica-estadounidense
[6] Genbeta. "La puerta giratoria entre el lobby del copyright y el gobierno de EEUU". http://www.genbeta.com/activismo-online/una-juez-recien-salida-de-la-riaa-llevara-casos-contra-bittorrent
[7] Charles Ferguson. "Inside Job". ©Sony Pictures Classics http://www.youtube.com/watch?v=WoORDC7NJDA
[8] "Los negocios de Bruselas". https://www.youtube.com/watch?v=ep_KHRr124o