viernes, 14 de marzo de 2025

¿Qué hacer? Coyuntura geopolítica actual para Europa y España

La coyuntura geopolítica actual para Europa por un lado, y para España por el otro, es extremadamente complicada, porque la entrada de Trump al gobierno de Estados Unidos ha trastocado todo el tablero. De alguna manera, es como si nos hubieran arrancado de un golpe la pata de un taburete en el que estábamos sentados durante demasiado tiempo y estamos justo en el momento de ver si caemos o conseguimos reponernos.

Las élites políticas europeas, basadas principalmente en la división bipartidista homologable a la democracia liberal de Estados Unidos, son en su práctica totalidad pro-yankees; bien con sus filias republicanas, bien con sus filias demócratas. Al igual que aquellos, estos partidos liberales y capitalistas basan sus divisiones en cuestiones puramente sociológicas, sin entrar nunca en las cuestiones centrales de todo Estado: la lucha de clases, Estados e Imperios. Así, todas las democracias liberales (no solo de Europa) que quisieran contar con el beneplácito de Estados Unidos (hegemón mundial indiscutido hasta “antes de ayer”) debían cumplir dos requisitos: ser economías capitalistas que fueron neokeynesianas hasta los 70-80 y neoliberales tras esas décadas; y estar bajo la órbita geopolítica de Estados Unidos bajo los diversos paraguas político-militares que han ido creando (la OTAN para Europa, Asia Occidental y África y AUKUS para el Pacífico y Asia oriental). 

Si no se entra a cuestionar las nociones más básicas de los Derechos Humanos (en principio, base jurídica de estos Estados liberales herederos de la Ilustración y del Iluminismo) y, por lo tanto, respetando formalmente la vida y derechos de mujeres, comunidades LGTBIQ+ y minorías étnicas, culturales y religiosas; lo demás es puro discurso y método (¿cómo conseguiremos que haya plena Igualdad?¿Hacen falta cupos por sexo para ser cargo público?¿Es justo dividir por sexos? Etc, etc, etc…). Y lo que hay es una discusión entre una izquierda y derechas sociológicas que es encarnizada en prensa e inexistente en la práctica, puesto que lo único que existe es una dictadura de un partido único liberal, burgués y pro-Estados Unidos. 


Esto es una esquematización simplificada en la que hay por supuesto matices, pues eso que se llama “Europa” nunca ha sido una unidad en lo político, económico ni militar; ni lo es mi opinión. Que no lo haya sido es obvio con tan solo conocer un poco de Historia y ver que el pasado de “Occidente” no es sino la continúa pelea y conflicto entre tribus, reinos y Estados por imponer su Imperialismo a las regiones colindantes y luego exportaron sus luchas al resto de continentes cuando llegaron a América y después despedazaran en parcelas África y Asia. 


Que no lo sea ahora se demuestra en que no hay un gobierno europeo electo por sus ciudadanos, puesto que todos los altos funcionarios de la Unión Europea son elegidos "en diferido" por los representantes de coaliciones europeas de partidos nacionales (a los que estos deciden unirse o no); no hay unidad en lo fiscal (permitiendo incluso paraísos tributarios como Luxemburgo e Irlanda dentro de su espacio), no hay una constitución ratificada para toda la Unión y tampoco hay un ejército europeo, con sus propios recursos humanos y técnicos comunes. Lo único que hay es una confederación económica donde determinados países ejercen su voluntad regionalmente (Alemania y Francia, junto con Reino Unido antes), se ha impuesto la estupidez de la ‘ventaja comparativa’ (por la que ellos se quedaron con cierta industria y los del sur con el sol y el turismo), una moneda única que no puede beneficiar igual a países con economías diferentes, libertad de movimiento para capitales y una deuda común que no para de engordar a base de imprimir dinero que no tiene respaldo en nada.


Y, por otro lado, ¿qué es Europa? Si geográficamente es hasta los Urales, ¿Rusia y Turquía son Europa? ¿O no lo son, precisamente, porque a ciertas élites económicas y políticas no les interesa o, mejor dicho, tienen intereses contradictorios con los planes y programas políticos de Rusia y Turquía? ¿Por qué puñetas permitimos que Israel participe de cierta manera en algunos eventos europeos, ni que sean de puro entretenimiento, siendo un país netamente asiático? Está claro que la mayor parte de dirigentes del Estado sionista son de origen europeo askenazí, pero obviamente los motivos son otros. 


Todo este marco que está entrando ahora en una crisis profunda, acelerada por el conflicto bélico en Ucrania; en realidad viene removido desde la aparición de Donald Trump y la alt-right en su primer mandato. Porque, como buena colonia que es Europa, vamos al son de lo que nos toquen en Estados Unidos. 


Si antes vivíamos en el extremo centro entre conservadores y socioliberales e izquierda indefinida que adoptaron el wokismo del Partido Demócrata (la “american way-of-left”, que dirían en Vanguardia Española); esto se ha visto agitado por estos grupos que se han alzado bajo el paraguas de Trump, que ha creado una nueva “american way-of-right”, por seguir la analogía. Estos grupos políticos que en principio eran muy minoritarios se caracterizan por ser ultranacionalistas (supuestamente, ahí tenemos a Abascal aplaudiendo los aranceles de Trump con las orejas), anti-europeístas y anti-woke. Básicamente van a la contra de todo el proyecto político de las hasta ahora élites políticas europeas. Lo otro que parecen tener en común es su simpatía hacia Vladímir Putin (principalmente por su conservadurismo ortodoxo unos y por intereses económicos directos también otros como Víktor Orban de Hungría) y, por supuesto, con Donald Trump y su séquito de élites tecnofeudales como el mequetrefe de Elon Musk que los están aupando y promocionando [1].


Ahora bien, la situación actual es la siguiente: tenemos un Donald Trump que está intentando cerrar inmediatamente una paz con Rusia a cualquier coste (incluido en ello, desmembrar Ucrania y someterla a la mayor deuda externa de la Historia), excluyendo totalmente a Bruselas del proceso; y el mismo vicepresidente estadounidense está aplicando sanciones y aranceles a la Unión Europea para intentar revertir los flujos comerciales (negativos para EEUU) y, sobre todo, castigar a los países OTAN para que aumenten su participación económica en la alianza militar. 


Todo esto está provocando un sismo político en la UE, que ve como su principal sostén económico y militar (o metrópoli) deja de mantener esta Unión económica y aboga por unas fuerzas que pretenden revertir el proyecto de unión política que nunca terminó de fraguarse. Esto es lo que el mundo anglosajón (primero Reino Unido y luego Estados Unidos de Norteamérica) lleva haciendo desde hace siglos, descomponer estados e imperios en pequeñas unidades mucho más manejables geopolíticamente: el Imperio español, la URSS, Yugoslavia, el panarabismo de Nasser y el panafricanismo; y sus versiones actuales de fragmentación de Siria, Rusia y Brasil más el firme apoyo del indigenismo y los derechos de autodeterminación. Esto es lo que pretenden a través de partidos como AfD en Alemania o Vox en España y consiguieron en Reino Unido con el Brexit agitado por Nigel Farage de Reform UK. 


Por el otro lado y aceptando que el conflicto en Ucrania tiene como culpable a una OTAN que incumplió su promesa de no expandir más sus fronteras hacia el Este y que suponía una cuestión totalmente existencial para Rusia; no podemos caer tampoco en la simplificación de cierta propaganda pro-Moscú que nos presenta un país inofensivo que se conformaba con ser la gasolinera de Europa y que nunca buscó expandir o mantener su influencia en Europa oriental. Esto no lo hace un país malvado, sino un país que busca y defiende, como debería hacer cualquier otro, sus intereses propios. Lo que te puede hacer más o menos inmoral son los métodos y además, aunque cuándo del Poder se trata lo único que prima es sobreponerte a tus enemigos, toda brutalidad o actuación injustificada se volverá en tu contra en el futuro. 


De esta manera Rusia lleva años haciendo más o menos injerencia en países de su órbita ex-soviética, pero también en países del resto de esa península que llamamos Europa; para intentar tanto acercamientos a otros Estados (lo normal y legítimo) como divisiones dentro de sus rivales políticos y económicos, el ejemplo más claro de esto en España ha sido el apoyo tanto al ‘procés’ (tema actualmente judicializado) como a Vox, todo esto según diversos medios españoles que resaltan un vínculo u otro según el sesgo ideológico que interese. Como vemos, a Rusia le da igual esto último financiando a partidos tan aparentemente dispares y enemistados, pero que persiguen en definitiva debilitar a España bien mediante su fragmentación, bien separándose de la Unión Europea. 


En esta vorágine, las actuales élites de Bruselas están en la coyuntura que presentaba antes: les han arrancado de cuajo un sostén fundamental para toda la arquitectura de la Unión mientras se ven asaltados por enemigos externos e internos. La respuesta a nivel de propaganda que han tomado es que Rusia sigue siendo Satanás reencarnado, Trump es un absoluto loco o está completamente aliado con Vladimir debido a sus filias ultraconservadoras (más que discutibles, vista la vida del actual presidente y Musk) y que hay que construir a toda costa y de manera definitiva la Unión Europea. 


Así, las dos corrientes de opinión en los medios a día de hoy son, simplificando in extremis: pro-Trump y por lo tanto destruir lo woke y buscar la paz con Rusia y Putin; o defender “el estilo de vida europeo” (básicamente, el liberalismo), lo woke y esperar tenazmente a que pasen estos años de mandato de Trump suplicando por el retorno del Partido Demócrata (esto último más velado). Se podría pensar que quienes peor lo tienen a priori entre tanta polarización son los partidos conservadores liberales, pero esto choca directamente con la realidad donde la CDU ha ganado los comicios en Alemania y donde, seguramente, mucha gente se va a refugiar como “centro” ideológico entre los dos “opuestos” anteriores [2]


La construcción de una Unión Europea se me antoja imposible aunque la urgencia de la situación ahora la hace fundamental para todas estas élites y Estados, empezando por la cuestión de la deuda y todos los fondos europeos con lo que subsisten muchos países y programas. El papel que pueda desempeñar España en esta Unión Europea, visto el que hemos tenido hasta ahora, también hace que se me antoje como posiblemente indeseable. 


La imposibilidad viene de lo que planteábamos al principio, los intereses contrapuestos de los distintos Reinos de Taifas de la Unión Europea revientan cualquier progreso a una especie de Estado federal o confederal. La simple idea de pensar en crear un salario mínimo común para todos estos países hace volar por los aires las costuras de este proyecto: un salario excesivamente bajo sería rechazado por los países industrializados y con cierto Estado del Bienestar del centro y norte de Europa (y también podría provocar una gran inflación), mientras que uno alto acabaría con el acceso a materias primas y ocio barato para esos mismos países en los de la periferia. Si hiciéramos lo mismo con respecto a la tributación para personas físicas y empresas, tendríamos un conflicto encarnizado entre Luxemburgo e Irlanda y el resto; y así con otros aspectos. 


También hay que tener en cuenta las preferencias geopolíticas de cada país, con una Hungría de Orban que si bien históricamente odian todo lo que huela un poco a la Unión Soviética, ahora mismo es el principal aliado de Putin en Europa por su directa dependencia del gas y petróleo ruso. Mientras, tenemos a Polonia y los países bálticos que tienen el mismo odio a Rusia y su pasado soviético pero lo traducen de forma directa siendo abiertamente belicistas y apoyando los planes y programas de Reino Unido y Estados Unidos desde siempre. 


Incluso en la cuestión energética tuvimos un conflicto abierto desde hace años entre Alemania y Francia. Mientras que la primera abogó por cerrar paulatinamente sus plantas nucleares y quedarse con el gas barato de Rusia (que por lo visto iba a ser algo para siempre), Francia defendió su soberanía energética manteniendo la producción nuclear (y, por qué no decirlo, basada en la explotación colonial del uranio de países del Sahel, que ahora se les han puesto en contra). Toda esta discusión se terminó cuando en julio de 2022 (tras solo 5 meses de conflicto en Ucrania y las sanciones económicas a Rusia) la Unión Europea, con la presión precisamente de Francia y Alemania, consideraron como “verdes” a ambas fuentes de energía, equiparándolas con las renovables [3]. La necesidad hace grandes compañeros de camino.


Podríamos plantear que la única unión real podría ser en materia de defensa, que simplificaría mucho todo el proceso y actuaría en lo más acuciante (las supuestas amenazas de una invasión rusa y del abandono de Trump y EEUU de la OTAN). El mantenimiento de un ejército europeo requeriría un marco normativo adecuado para ello y, sobretodo, una inversión mucho más elevada en Defensa que la que hacen actualmente los países europeos. Por otro lado, de poco o nada sirve que países como Estonia, Letonia y Lituania (2º, 3º y 5º países OTAN que más invierten, si quitamos a EEUU) gasten tanto porcentualmente en defensa, habida cuenta su extensión territorial y población; si países mucho más importantes territorial, poblacional y económicamente no aportan en igual medida. Sin ir más lejos, España es el que menos invierte (1,28% del PIB) y hay que contar que dentro de ello la mayor parte se destina a salarios. A esto hay que sumar que todo el entramado militar actual europeo está construido bajo doctrina OTAN y, por lo tanto, con equipo y tecnología de empresas armamentísticas estadounidenses; que habría que suplir con una industria propia para alcanzar una auténtica independencia y esto no se consigue ni en dos días ni, seguramente, con el beneplácito de Washington. Además hay que tener en cuenta la enorme cantidad de bases de EEUU que tenemos en Europa. Por poner un ejemplo, solo en Alemania hay 123 bases del país norteamericano.


¿Y España dónde queda en medio de todo esto? Bueno pues los actores de todo este teatro liberal en nuestro país están más o menos claros: un PSOE simulando una radicalidad en lo discursivo y sociológico que cada vez absorbe más en votos a una izquierda indefinida impotente e incapaz de diferenciarse del partido "progre" original, Vox como representante del trumpismo en España y un PP con sus propias disputas internas entre los más “centristas”, allegados principalmente al conservadurismo y a los republicanos de EEUU (como Aznar, quién lo diría); y los que abogan por comerle la tostada a Vox yéndose más a la derecha en lo discursivo sin renunciar al europeísmo (como Ayuso). 


Desde la perspectiva de la lucha de clases, todos son igualmente aborrecibles en cuanto que ningún partido defiende un proyecto socialista que dé suficientes herramientas políticas y económicas al Estado para defender los intereses de la clase trabajadora y de la inmensa mayoría del país. La izquierda indefinida intenta aparentar cierta defensa de la clase trabajadora con la atomización de la misma mediante luchas parciales, al más puro estilo del Partido Demócrata de Estados Unidos (la ideología woke) y siendo liberales coherentes (nada hay sagrado, todo es convertible en mercancía). Por el otro lado, defendiendo lo contrario aunque luego siempre cambian tanto por táctica (Vox odiando a los homosexuales y luego diciendo que son los únicos que los defienden contra el Islam, por ejemplo) como porque el marco normativo del Estado español les limita. 


Respecto al Estado, la principal diferencia radica en la defensa del federalismo y de la idea de autodeterminación del PSOE (nunca llevadas a cabo de forma definitiva), así como sus concesiones a los gobiernos e intereses nacionalistas periféricos. Esto último no es exclusivo del PSOE, puesto que el PP también se ha aliado antaño con CiU y PNV cuando lo ha requerido; y Vox, que tanto ha criticado al régimen de las autonomías, medra en gobiernos autonómicos junto al PP sin impulsar ninguna de sus medidas para “destruirlas”. En definitiva, todos operan prácticamente dentro de las mismas coordenadas: Estado liberal burgués con supuesta división de poderes y defendiendo la propiedad privada y los intereses de la burguesía nacional.


Respecto a la geopolítica y los Imperios es donde vemos más diferencias, ya mencionadas anteriormente: PSOE y PP europeístas; Vox trumpista y putinista, defendiendo salirse de la UE (aunque una vez más, en las últimas europeas matizaron, volviendo al “centro” aceptable). En cualquier caso, a todos ellos les une lo mismo: ninguno defiende unos planes y programas que defiendan netamente los intereses de nuestro país y sus habitantes así como su independencia; siempre están a los órdenes de unas élites extranjeras que subyugan nuestro país a intereses de terceros. 


Así pues, ¿qué hacer?


El debate que suelo desarrollar con mis allegados se circunscribe también a dos opciones: una abiertamente europeísta y otra (con la que simpatizo mucho más) la que defiende la organización Vanguardia Española, construir la Iberofonía. 


La primera tiene como pros que España ya forma parte de esta unión económica y compartimos de forma directa el territorio más cercano, así como una serie de políticas económicas y fiscales (compra de deuda por parte del Banco Central Europeo, el dinero percibido por la política de cohesión, etc…) Todos estos beneficios, a mi parecer, no son sino el impuesto necesario que cobra España por las renuncias que tuvimos que hacer para acceder tanto al mundo “liberal” capitalista tras el 75 como a la Unión Europea, a saber: privatización de una enorme cantidad de industrias nacionales (desde automovilísticas a telefonía, pasando por la petrolera), desmantelamiento de otras industrias (como los astilleros de Cádiz), perder capacidad de producción en el sector primario debido a los cupos y cuotas europeos (arrancamiento de vides y olivos, bajo subvenciones, por ejemplo), privatización continua del suelo y los servicios públicos (que continúan, por supuesto), perder la capacidad de controlar e imprimir nuestra propia moneda y ya en la memoria más reciente el rescate bancario tras la Crisis de 2008 (haciendo pública una deuda privada) y la imposición de la infame reforma del artículo 135 de la Constitución y de la austeridad. Percibimos subvenciones para mantener un Estado, que es un resort de vacaciones, porque nos quitaron las herramientas para sustentarnos por nosotros mismos. No son ayudas europeas, es lo que el amo daba al esclavo para que pudiera continuar viviendo y reproduciendo su fuerza de trabajo.


Entonces, la construcción a marchas forzadas de esta Unión Europea más “independiente” de Estados Unidos en realidad no deja a España en buen lugar o, al menos, no hay visos de que vaya a haber ningún cambio. Es más, las aperturas de fábricas más sonadas en los últimos años en nuestro país se deben a inversiones de capitales chinos, no europeos (por supuesto para saltarse aranceles y otros impuestos de la UE, no porque los chinos nos tengan cariño, pero ya crean más empleos en industria que nuestros “aliados” y hay que recordar que el principal socio comercial de España es China).


Por todo lo relatado a lo largo de este texto, para mí la opción europea es tanto inviable como indeseable. 


La otra opción, sin embargo, tiene enormes dificultades pese a la enorme cercanía cultural e histórica que tenemos los distintos países iberófonos. Para empezar, es una alternativa que no está en la mayoría no solo de la población de esos países, sino de sus dirigentes, quienes mantienen sus propias luchas parciales, regionales o directamente haciendo seguidismo del mundo anglosajón (y hablo especialmente de Hispanoamérica); y no faltan quienes remueven cierto rencor histórico hacia España por fines puramente políticos y cortoplacistas (y esto da para otro artículo o vídeo completo, pero recomiendo consultar el abundante material que tiene sobre esto el politólogo Santiago Armesilla). 


El otro argumento de peso, aunque lo considero relativo, es que estos países tienen desarrollos económicos muy dispares o menores en comparación con la Unión Europea. Esto a día de hoy es totalmente inaceptable si tenemos en cuenta que dentro de esta Iberofonía hay países como Brasil que es la 9ª economía mundial y a punto de adelantar a Italia, México la 12ª y España la 15ª. Pero y sobretodo, lo más importante tienen tres cosas fundamentales que no tienen los países de la Unión Europea: territorio, población y recursos extremadamente valiosos. Que países tan ricos no estén mucho más arriba en el ránking de PIB no creo que haga falta explicarlo a las alturas en las que estamos y, precisamente, las continuas agresiones del mundo anglosajón y especialmente EEUU son otro gran motivo por el que deberíamos unirnos. Esto, sin embargo, no quita razón a que haría falta mucha inversión de tiempo y trabajo (capital) para desarrollar suficientemente las fuerzas productivas en todos estos países, incluyendo además a Guinea Ecuatorial y otros territorios tanto en África como Asia (Filipinas); y, por otro lado, cabe la pregunta legítima desde los países de estas otras latitudes: ¿qué podría(n) aportar España (y Portugal) a esta unión iberófona? 


Visto todo lo anterior, volvemos a una pregunta tan trascendental que por sí sola valió para titular un libro del mismísimo Lenin: ¿qué hacer?


Pues ser materialistas políticos, maquiavélicos (en el buen sentido de la palabra), e ir luchando para hacernos valer y defender nuestros intereses y tender puentes en ambas direcciones. Actuar como Erdogán de Turquía, un tipo al que detesto en lo personal e ideológico, pero del que admiro el manejo de la política y la geopolítica y que está consiguiendo hacer del país un hegemón regional (e insisto, odio lo que hace, como hacer caer Siria). España debe luchar por conseguir cada tratado que le sea beneficioso a cada lado del Atlántico, buscando crear esa unión Iberófona mediante organismos supranacionales y tratados de comercio por si este polvorín llamado Europa vuelve a detonar tanto por contradicciones internas como presiones externas; y seguir utilizando los recursos de la Unión Europea, pero para crear industrias e infraestructuras (por ejemplo, hay que imponer que la UE financie de una vez el Corredor Mediterráneo, la unión del Puerto de Algeciras con el resto de Europa). Si la UE no quiere ayudarnos en inversiones que mejoren nuestro desarrollo productivo y tecno-científico, habrá que buscar otros socios más interesantes, bien sea China o cualquier otro. 


Por último, nos faltaría la cuestión de la OTAN, alianza militar a la que ya pertenecemos y por la que tenemos bases estadounidenses en nuestro territorio; la supuesta alianza militar europea (que quieren impulsar países como Francia) o, por qué no plantearlo, una futura alianza militar con los países de la Iberofonía. 


En este punto hay que actuar exactamente de la misma manera. Ante la disyuntiva de “OTAN sí” u “OTAN no”, lo que hay que plantearse es si la propia OTAN nos sirve ahora y, teniendo en cuenta que Ceuta y Melilla no entran dentro del artículo 5 del Tratado y son nuestros territorios más amenazados; en vez de debatir a secas “sí” o “no”, habría que enfocar el debate de manera que podamos sacar beneficios para nuestros intereses: si la OTAN no reforma el Tratado para que entren Ceuta y Melilla, debemos fomentar otras alianzas militares que sí se comprometan a ello y amenazar con la salida de la Organización; entonces, con una salida bien preparada y si no se atienden a nuestros intereses, abandonar la OTAN. No pueden valernos las medias tintas en algo existencial para nuestro territorio [4]


De igual manera debemos ver esa alianza militar europea, ¿va a defender nuestros intereses más estratégicos y vitales? En ese caso podemos entrar a negociar y, a la vez, que esta negociación nos sirva para hacer presión en la primera, como ya he relatado.


Y respecto a una posible alianza militar con otros países iberófonos, podemos empezar con el apoyo a las reivindicaciones de Argentina sobre las Malvinas, Cuba sobre Guantánamo y Venezuela sobre el Esequibo; para que estos países pudieran respaldar nuestras pretensiones sobre Gibraltar. Esto, claro está, una vez aseguremos nuestra frontera sur porque a nadie debe caberle duda alguna que ante estas maniobras por nuestra parte ya se encargarían los Estados Unidos y Reino Unido de jalear a Marruecos contra las dos ciudades autónomas. ¿Ciencia ficción? Marruecos es ya el socio preferente de Estados Unidos en la región como publicó el propio CESEDEN (Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional) del Ministerio de Defensa el año pasado. 


Para concluir, todo lo expuesto y debatido se basa tanto en un análisis material como histórico y político de la situación europea y española y para salir de esta encrucijada de manera airosa debemos empezar por el primer paso: tener un proyecto político propio que defienda netamente los intereses de la clase trabajadora española, convertida en clase nacional a través de un proyecto socialista. Para ello, debemos ser capaces de navegar en un mundo que está en riesgo de colapso (“Occidente”) y buscar la creación de alianzas estratégicas con países iberófonos mientras tácticamente nos servimos de la Unión Europea. 


“Todo es caos bajo las estrellas, la situación es excelente” - 

Mao Zedong


  1. Si la propuesta de paz para Ucrania a marchas forzadas de Donald Trump fracasa, principalmente porque no consiguen ofrecer todo lo que Rusia ha demandado, o porque Moscú considera que puede conseguir mucho más mediante la vía armada lenta y consistente que está llevando; podría ser súper interesante las dinámicas centrífugas y de conflictos que podrían darse en las fuerzas de la alt-right europeas, enfrentadas ahora por el conflicto entre sus principales valedores y patrocinadores.
  2. También hemos visto cierto viraje al “centro” (y quiero destacar mucho las comillas) de la “ultra” Meloni, quien tuvo un gran discurso anticolonialista hace un par de años o ahora con sus leyes contra los feminicidios o la mutilación genital femenina (criticadas también por el progresismo en su continua búsqueda de conflicto); aunque Meloni es un punto y aparte en la llamada extrema derecha europea, al desvincularse de los trumpistas de Patriotas por Europa, coalición a la que sí pertenece la Lega de Salvini. También se ha hecho el camino contrario con Bruselas apoyando las medidas de la presidenta italiana en materia de inmigración y asumiéndolas como propias (como hemos ido viendo, al final solo existe el “extremo centro”).
  3. Como sabemos, pocos meses después Estados Unidos saboteó el Nord Stream, en 2023 Alemania clausuró su última central nuclear y ahora están cerrando fábricas y con una enorme inflación porque no tienen manera de conseguir energía barata.
  4. Hay cierto debate de que podría convocarse el artículo 4 del Tratado de la Organización, sobre el cual los aliados podrían intervenir igualmente en Ceuta y Melilla. Pero honestamente, tener que depender de los intereses de una miríada de países y de la coyuntura política del momento (que ciertos gobiernos te apoyen o no) no es garantía de nada, incluso cuando ni siquiera lo es que esté explicitado. Si no, que se lo digan a Dinamarca con respecto a Groenlandia y las pretensiones de anexión de la isla por parte de Donald Trump. 







martes, 11 de febrero de 2025

Lo que se esconde detrás del cierre de la USAID

 El inicio del mandato de Donald Trump está siendo extremadamente intenso, con medidas orientadas tanto a terceros países como al suyo propio.


En la esfera internacional tenemos la ofensiva orientada a unificar el norte del continente americano o, al menos, a situarlos de forma bien disciplinada bajo su bota. Así se enmarcan medidas como la de los aranceles a Canadá y México bajo el pretexto del fentanilo (y, sin embargo, nunca persiguen con la misma intensidad a los narcos en su territorio o crean programas sociales para las personas afectadas); y la agresiva oferta de tomar bajo control estadounidense Groenlandia, ya sea mediante compra u “otros mecanismos”. Ya hemos visto que lo de México ha sido más bien un medio para que el país hispano acepte deportaciones y vigile las fronteras, pero veremos hasta dónde puede escalar el asunto.


También se ha levantado la liebre del interés en detener el conflicto armado en Gaza por parte de la administración de Trump, que sin haber llegado al poder forzó a Israel a aceptar un alto el fuego bajo las condiciones que ya se había propuesto en julio del año pasado. Tras el enfado de la parte más fascista y radical del gabinete de Netanyahu (ya de por sí fascista y radical), ahora solo tienen elogios y aplausos tras la intervención de Trump en el territorio ocupado ilegítimamente por Israel: desplazar a la población gazatí superviviente a Jordania y Egipto y reconstruir toda Gaza bajo la administración de Estados Unidos para crear básicamente una región hotelera de lujo (la “Riviera” maya del Mediterráneo). Egipto y Jordania ya han rechazado la idea y la República Popular China se ha manifestado frontalmente en contra; y Hamás, la principal facción política en Gaza y que ha liderado la resistencia contra el genocidio palestino por parte de Israel ha dicho también que “Gaza no es una propiedad” que se pueda comprar o vender. 


Como vemos, Trump está decidido a lanzar un inmensísimo órdago a todo el mundo y lo hace de forma rápida como si fuera una Blitzkrieg política. Esto daría la razón al politólogo Santiago Armesilla que teoriza que, siendo este el último mandato al que podría presentarse el actual presidente (salvo cambio constitucional); tiene prisa por conseguir cuantos objetivos se haya marcado en los dos primeros años de su legislatura, puesto que en los siguientes no sabrá si contará con la misma mayoría en Senado y Congreso y, sobretodo, quizás no tenga tiempo para seguir implementando sus políticas.


Sin embargo, tras este breve repaso a otras cuestiones y tratar de enmarcar y razonar el comportamiento agresivo de Donald Trump; procedamos a hablar de otras de las medidas que ha tomado recientemente: el cierre de la USAID (Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos, por sus siglas en inglés). 


Los argumentos por los que la administración estadounidense quiere desmantelar la USAID son que: 1. se destinan demasiados recursos para terceros países, 2. se gastaba mucho dinero en cosas “innecesarias” como (y cito) programas sobre derechos humanos, identidad de género, comunidad LGTBIQ+, cambio climático y 3. subvencionar a medios tanto nacionales (como Político) como extranjeros (la mayor parte de los medios de comunicación de Ucrania a favor del actual régimen de Kiev, por ejemplo). 


Visto esto, uno debe hacer la lectura correcta de que la medida pese a suponer un ahorro del gasto público estadounidense tiene mucho más traslado y significado en política exterior que interior. Y, también, cabe plantearse si estos argumentos de Trump son ciertos.


Si nos atenemos a la descripción de la propia USAID (solo he podido consultar el archivo de la página que abarca desde 2017 a 2021 porque la actual está cerrada), es “la principal agencia de desarrollo internacional del mundo y un actor catalizador que impulsa los resultados del desarrollo. El trabajo de USAID promueve la seguridad nacional y la prosperidad económica de Estados Unidos, demuestra la generosidad estadounidense y promueve un camino hacia la autosuficiencia y la resiliencia de los receptores”.


Como bien se sabe, para que una mentira sea creíble siempre tiene que contener una parte de verdad y la verdad en el párrafo anterior viene cuando habla de promover la seguridad nacional y prosperidad económica de Estados Unidos. Y, por supuesto, la USAID ha tenido una función mucho más siniestra y fría que mostrar la generosidad de nadie. 


Lo más grave y que por sí mismo basta para quitarse la venda de los ojos (si se tuviera) sobre la historia de esta agencia, es la demostrada relación de colaboración con la CIA en toda Iberoamérica desde 1983 a través de la “National Endowment for Democracy”: una supuesta sociedad sin ánimo de lucro para “promover la democracia”, implicada en muchos de los golpes de Estado que se han producido en la región. 


Mientras que en el diario El País se la describe de la siguiente manera: “Fundada en 1961 por la Administración del demócrata John F. Kennedy, la USAID nació con la misión de invertir miles de millones de dólares al año en programas para combatir la pobreza, la erradicación de distintas enfermedades, luchar contra el tráfico de personas y la promoción de la democracia liberal a nivel internacional, entre muchos otros programas.” [1] 


La verdad es que en realidad es un poder blando (como la propia congresista demócrata Ilhan Omar ha reconocido en un tweet posicionándose en contra de la agencia) que nació con el fin de frenar la expansión del socialismo en América del Sur y central mediante el desarrollo económico como teorizaba Walter Rostow; poder blando (y mucho más duro cuando ha sido necesario) que ha promocionado la agenda política de Estados Unidos alrededor del mundo antes que servir como una fuente de ayuda e independencia a los pueblos. 


Fue la USAID quien financió a los opositores venezolanos en el enésimo golpe de Estado en Venezuela de 2019, cuando Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino de Venezuela; esto no lo digo yo, viene en la propia página de la USAID, donde se detalla que entre 2017 y 2019 destinaron más de 437 millones de dólares (de un total de 656 millones que entregó Estados Unidos) para “abordar la crisis causada por Maduro”. Ese dinero sirvió para regar a los países de alrededor de Venezuela con subvenciones por un total de 279 millones (sus “socios humanitarios”) y por 128 millones a “organizaciones sociales” y “ayudar al gobierno interino”. Antes de eso, también intentaron golpes de Estado contra Hugo Chávez.


Ante la reciente noticia del cierre de la USAID, Gustavo Petro ha criticado que la organización pagaba a personal de la frontera colombiana: es decir, un país extranjero pagaba dividendos de forma opaca a funcionarios de Colombia. También se sabe que en 2010 financiaron a organizaciones asentadas en Miami para que a través de redes sociales alentaran una primavera cubana para crear conflictos en la isla y derrocar al régimen socialista. 


Y esto es solo por citar algunas de las actuaciones más recientes de la supuesta organización humanitaria, cuyo cierre ha sido precisamente aplaudido por diversos gobiernos hispanoamericanos como el del ya citado Petro, Sheinbaum e incluso Bukele. 


Añadido a lo anterior, hay que decir que es cierto que la USAID financiaba a medios de comunicación de todo el mundo para que sus líneas editoriales fueran afines a los intereses de la Casa Blanca, aunque lo vendan como promover y defender la prensa libre (lo cual no puede ser una afirmación más cínica). Ejemplo de ello es el que ya he mencionado donde 9 de cada 10 medios de información ucranianos estaban directamente financiados por la USAID, suponiendo en algunos de ellos como slidstvo.info hasta el 80% del presupuesto. Esto es solo en Ucrania, pero la USAID había financiado en 2023 a 6.200 periodistas y 707 medios de comunicación “no estatales” (es decir, privados), como los 1,5 millones de dólares destinados a “reconstruir el ecosistema mediático cubano”. 


Ya en el último punto, sabemos que la Agencia se había dedicado a financiar diversos programas como 7,9 millones de dólares en Sri Lanka para “eliminar el lenguaje binario de género”, 2 millones en programas de “cambio de sexo” y “activismo LGTB” en Guatemala, 500.000 dólares para “empoderar a las mujeres” en Israel, los cacareados 47.000 dólares para financiar una ópera trans en Colombia y otros muchos también enfocados a cambio climático y Agenda 2030 (puede encontrar un amplio listado aquí).


Que una persona considere estos programas como un “gasto innecesario” dependerá evidentemente de su sesgo u orientación política, pero hay dos cuestiones que son indudables. La primera es que todos estos programas tienen un corte eminentemente liberal (lo que se denomina woke) y que concuerdan ideológica o geopolíticamente con los intereses de una élite en particular de Estados Unidos: en el primer orden la idea de género y transexualidad idealista y autodeterminista y en el segundo las políticas sobre cambio climático que intentan frenar o impedir un desarrollo industrial en los países en vías de desarrollo. En estos tiempos por desgracia hay que aclarar que lo dicho no quiere decir que uno esté en contra de la igualdad entre hombres y mujeres, del respeto a las diferentes orientaciones sexuales y del cuidado a la naturaleza. De lo que estoy en contra es de la versión cínica, liberal y su uso político desde la visión liberal y capitalista. 


La segunda es que todo lo anterior en su conjunto era una maquinaria perfecta de integración (y subordinación) ideológica de terceros países o parte de sus poblaciones a una visión alineada con los intereses de las élites de Estados Unidos, en concreto, de la financiera global demócrata, pero también de los republicanos durante sus correspondientes gobiernos. Una maquinaria con tentáculos en todas partes y que enmascaraba perfectamente sus actividades detrás del secretismo o del disfraz de la “ayuda humanitaria”. Una maquinaria que cuando la integración ideológica no bastaba, era capaz de recurrir al último recurso en política: la fuerza de las armas financiando grupos golpistas o separatistas en los países que no asumen el discurso de Washington.


Así, cabe preguntarse, ¿por qué Donald Trump (porque dudo que la decisión dependa solo del mequetrefe de Elon Musk) permite cerrar este brazo ideológico de Estados Unidos?

La respuesta fácil es la que su administración está utilizando: que la USAID financiaba programas “woke”, “globalistas” o alineados con la Agenda 2030; y, por ello, son gastos ‘ideológicos superfluos’ que debe ahorrarse la administración pública estadounidense. Pero precisamente por fácil y simple es absurda. Esto no es sino un discurso a la interna para sus simpatizantes porque ¿no sería posible que la administración Trump eliminara todos esos programas de un plumazo y los cambiaran por otros de su conveniencia y orientación política? ¿Hay mejor dinero invertido por un Estado tan imperialista como el estadounidense que la subyugación ideológica de terceros países? 


Dicho esto resultará aún más difícil de comprender que Trump tome esta medida y lo que yo teorizo que esconde son razones mucho más profundas, que tienen que ver con los intereses de clase de unas nuevas élites que se han alineado con Donald Trump y con la comprensión por parte de este (desde hace tiempo) que la comunicación política se desarrolla en otros espacios que no son los medios de comunicación tradicionales. 


Elon Musk ha sido uno de los principales aliados del actual presidente de Estados Unidos no solo durante la última campaña, sino desde que adquirió Twitter (ahora X); compra que le supuso una enorme pérdida de dinero pero que le dio como ya sabemos un enorme y gigantesco megáfono para que esta ‘nueva derecha’ pueda propagar y extender sus mensajes sin filtros. La verdad no importa nada y la muestra más evidente de esto es el cínico nombre de la red social propiedad de Trump (“TRUTH”, verdad en inglés). Ahora se ha unido hincando la rodilla Mark Zuckerberg y Google también empieza a mostrar signos de plegamiento a la voluntad de la nueva administración. 


Así, lo que se está produciendo es la privatización de la maquinaria de propaganda estadounidense; una jugada que se vende como ahorro del erario público pero que en realidad es un entreguismo a los billonarios digitales (los “señores tecnofeudales” según términos de Yanis Varoufakis) que quizás estoy exagerando, pero podrá tener tanto impacto como la entrega del control de la moneda a los bancos privados a la Reserva Federal. Me permito hacer esta comparación porque destruir la USAID y otros medios que podrían venir después para que un gobierno estadounidense que no esté alineado con estos billonarios es dejarlo totalmente desarmado en materia de propaganda y difusión de información. 


En las redes sociales de esta élite digital los mensajes que se propagan son los que ellos quieren no tanto por censura directa, sino porque jugarán constantemente con sus algoritmos, los millones de perfiles fake y bots que amplifican las ideas deseadas y otras técnicas como el shadowbanning de mensajes y creadores de contenido indeseables, cuando no el cierre directo de dichas páginas (como la de geopolítica “Fidelista por Siempre”). Todo ello además, sin que el público pueda hacer un reclamo a una entidad que, al ser privada, no tiene por qué ser ni justa ni cumplir con ningún tipo de criterio ético o apartidista aunque fuera siquiera formal y por aparentar: estas redes ‘sociales’ son espacios privados donde debes aceptar sus términos y condiciones y, si no te gustan, solo te queda irte. Son cotos y cierres (‘enclosures’) al nuevo espacio digital que la humanidad acaba de crear recientemente, al igual que el capitalismo ya puso cercamientos a las tierras, mares y espacios aéreos. 


Por otro lado, como ya he dicho, Trump y todas estas élites saben que el ciudadano medio estadounidense ya no se fía de los medios de comunicación tradicionales: según una encuesta de GALLUP de 2024, solo un 31% considera que transmiten las noticias de forma justa e imparcial “en gran medida o justa”, mientras que un 33% considera que “no mucho” y un 36% que “en absoluto”; y no se nos escapa que para llegar a ese 31% han agrupado dos pareceres. En base a esto, Donald Trump articuló toda su campaña centrándose mucho más en redes sociales, podcasts y entrevistas con influencers; y cada vez más personas (entre las que me incluyo) recurrimos a medios de información alternativos (las plataformas digitales, canales de Telegram, etc.) ante la evidente crisis de los medios de comunicación privados que tan solo hacen de correa de transmisión de los intereses de las élites capitalistas internacionales y nacionales y del extremo centro ideológico liberal que impera en todos los países “occidentales” (donde se varía entre una izquierda como Podemos o SUMAR y la derecha de Vox, pero que en el fondo ninguno cuestiona a grandes rasgos los principales elementos de la ideología capitalista liberal burguesa). 


Quedaría por atar el cabo de los planes y programas para influir en terceros países mediante ayudas supuestamente humanitarias, pero vemos que Trump va a optar por una economía y política mucho más proteccionistas (en contra de todos los liberbobos que le aplauden acríticamente, empezando por el cipayo de Milei) y recortando en la medida de lo posible el gasto exterior de Estados Unidos; salvo actuaciones donde directamente pueda sacar provecho económico y/o geopolítico, como las mencionadas al inicio. 


Esto nos marca dos líneas de actuación que deberíamos emprender tanto desde España, pero como país aislado carecemos de toda fuerza; como desde posibles alianzas, siendo la preferente para mí con otros países iberófonos aunque estemos dentro de la Unión Europea. 


La primera de todas sería hacer lo que ya hace China desde hace años, aunque ha sido extremadamente criticado desde los “países libres de Occidente” (cuando esto en realidad significa Estados Unidos de Norteamérica y sus colonias): censurar y cerrar el espacio digital de nuestra nación a todas las redes sociales estadounidenses. No podemos regalar no solo nuestro espacio digital a potencias extranjeras, sino permitir que influyan de manera directa en nuestra población, especialmente más joven, para que los sometan ideológicamente a unos intereses que no son ni los de la clase trabajadora ni los de nuestras naciones. La censura es un ‘arancel’ a las ideas y no deja de ser proteccionismo en el plano intelectual y ya vemos que los cínicos defensores de la “libertad de expresión” no han dudado en usarla tanto con plataformas chinas como con los medios de comunicación rusos. No ver esto es una gran torpeza política o porque se está completamente alienado por el discurso hegemónico estadounidense. Debemos crear espacios digitales propios que nos permitan combatir todo lo anterior y que, encima, generen empleos, conocimiento y tecnología en nuestro país. 


La segunda es que Trump no ha tenido quizás en cuenta una de las máximas en política y es que el poder no acepta el vacío. El espacio que deja Estados Unidos en diversos países no solo con el cierre de la USAID, sino con el abandono de organizaciones como la OMS, la URNWA y el Tratado de País crea las condiciones perfectas para que otras potencias (principalmente China y el resto de los BRICS) puedan ocupar ese espacio y seguir extendiendo su influencia y la simpatía hacia sus planes y programas en todo el globo. También deberíamos aprovechar para crear potentes lazos entre todos los países Iberoamericanos, España y Portugal; que podrían realizarse mediante ayudas al desarrollo pero sobre todo en base a acuerdos económicos, políticos y hasta militares. 


Para todo lo anterior deberíamos tener la dignidad primero y la voluntad después, de crear nuestro propios programas y planes en materia geopolítica: tener una agenda propia para dejar de ser una colonia a través de la OTAN y la Unión Europea, orientada a tejer alianzas que nos permita un desarrollo económico, técnico e industrial para tener fuerza y voz propia. Porque las ideas, por muy fuertes, verdaderas y bondadosas que sean; se deben financiar con recursos, como nos ha enseñado la USAID durante 64 años.


martes, 28 de enero de 2025

El discurso de Petro en X: liberalismo concentrado

En esta ocasión vamos a desgranar el discurso de Gustavo Petro en X (antigua Twitter) durante el conflicto diplomático que ha tenido lugar entre Colombia y Estados Unidos a raíz de los migrantes deportados. El análisis sobre el hecho en sí, implicaciones materiales y posibles consecuencias y actuaciones deseables está en el anterior artículo.

Para ello, voy a empezar diciendo que si no se ha leído, que se lea y facilito su acceso a través del enlace en este link. Es vital que acudáis a las fuentes originales de cualquier tema para comprobar que la crítica se hace sobre la realidad de lo acontecido y, aún más importante, que podáis tener una lectura directa y sin intermediación. Dicho esto, procedo a mi propio análisis.

Gustavo Petro, como tantísimos líderes de “izquierda” actuales, representa una de las variantes actuales de dicha “izquierda”, que he entrecomillado no porque ponga en duda su ubicación en el espectro ideológico del marco sociológico y político de nuestros días; sino porque la “izquierda” no es una posición monolítica, sino que hay muchas izquierdas. Yo utilizo desde hace un tiempo las categorías que señaló el filósofo español Gustavo Bueno en su libro “El mito de la izquierda”; siendo las más actuales la izquierda indefinida (donde se ubicarían Petro y tantos otros) y la izquierda de 6ª generación o izquierda asiática (el Partido Comunista Chino, Partido Comunista de Vietnam, Partido del Trabajo de Corea, etc..).


Yendo al texto de Petro podemos destacar varios temas principales: 

- Defensa del medio ambiente (“No me gusta su petróleo, Trump, va a acabar con la especie humana por la codicia” y muchas menciones a la naturaleza y su belleza). 

-Admiración por la libertad y ciertas figuras, entre ellas, Abraham Lincoln.

- Mito fundacional de Bolívar.

- Reivindicación de los pueblos originarios y del indigenismo en muchos niveles de lectura.

- Posible idea de apertura a otros mercados (confirmado por declaraciones posteriores a este tuit).

Bien, todos y cada uno de estos elementos tienen un factor denominador común y es que todos pertenecen al ideario de la izquierda indefinida global de tradición liberal y, por tanto, no confronta directamente de ninguna de las maneras con el sistema de producción capitalista ni, por eso Gustavo Bueno la denominó “indefinida”, tiene un proyecto definido respecto al Estado. Lo único que hacen es plantear reformas más o menos sustanciales, reivindicar los Derechos Humanos como principal cimiento ideológico (nacidos de la tradición liberal y de los ideales de la Ilustración) y pelear por los derechos de grupos poblacionales supuestamente minoritarios y/o desfavorecidos. Este liberalismo es eminentemente idealista (no materialista) y tiene claras influencias anglosajonas, del romanticismo alemán (la idea de “nación”, por ejemplo) y del protestantismo. 

Por supuesto, no todo lo que venga del liberalismo es malo per se, y deberemos tomar de ahí todo lo que resulte beneficioso en pos de la especie humano en sistemas de producción posteriores que superen al capitalismo (el socialismo y el comunismo); al igual que de un régimen de producción esclavista, que nadie en sus cabales defendería implementar hoy, recibimos la filosofía griega clásica y el derecho romano.

Ahora bien, son muchas las cosas criticables a Petro en lo que escribió, tanto por lo que dice como por lo que obvia. 

La primera de ellas la referencia a Lincoln y su lucha contra la esclavitud, repitiendo y perpetuando un mantra del ideario liberal y de leyenda “blanca” sobre Estados Unidos. Para empezar hace un uso equívoco del término “libertarios”, en tanto en cuanto que dicho término en primer lugar siempre se utilizó para las corrientes políticas enmarcadas en el Anarquismo, aunque ahora los anarcocapitalistas y otras sectas liberales estén intentando apropiarse del término. Si algo eran Abraham Lincoln y otros eran esto mismo, liberales. 

Por otro lado, implica obviar la cuestión material realmente existente detrás de la Guerra Civil Americana y de la liberación de los esclavos negros en los Estados Unidos de América: el conflicto entre un modelo agrícola y esclavista en el sur y un modelo industrial que apostaba por el trabajador asalariado en el Norte. Sin dejar de reconocer la bondad de terminar con la esclavitud, tampoco podemos negar que esto surge no de una cuestión tanto “moral” como económica: un trabajador asalariado es muchísimo más barato de mantener que un esclavo, al que hay que proporcionarle todo lo necesario para que sobreviva y se reproduzca; el trabajador asalariado debe buscarse la vida con sus exiguos ingresos. 

La frialdad de lo que expongo viene refrendado por dos hechos históricos. El primero, que las personas negras nunca han sido iguales en derechos en Estados Unidos hasta bien entrado el siglo XX, donde se mantuvo un régimen de segregación racial hasta 1964 con la Ley de Derechos Civiles y 1965 con Ley de derecho de voto. El segundo, que Abraham Lincoln no era una persona antirracista y esto queda reflejado en que, aún mientras el país estaba sumergido en la Guerra Civil, el conflicto más mortífero de la historia de Estados Unidos; continuó permitiendo la expansión hacia el Oeste como política de estado, despojando a los indios nativos americanos de sus tierras y con las políticas de cercamiento y exterminio. A día de hoy se debate en el país norteamericano si Abraham Lincoln fue maligno por permitir la mayor ejecución de la historia de Estados Unidos, cuando fusilaron a 38 dakotas el 26 de diciembre de 1862 por la Guerra de Dakota; o si fue benigno porque salvó de la misma suerte a los otros 265 que pretendía fusilar el gobernador de Minnesota, pero lo que parece que nadie plantea que dichas ejecuciones tuvieron lugar porque Estados Unidos se gesta como país con la expropiación y expolio de las tierras de los nativos americanos y con el genocidio sistemático de los mismos. Y Abraham Lincoln no fue una excepción en este hecho fundacional. 

En segundo lugar, lo otro que debemos achacar a Gustavo Petro es algo que obvia de una manera tremendamente obsceno (del latín ob scenus, contrario o fuera de escena). 

En una parte de su tuit Petro escribe: “Colombia ahora deja de mirar el norte, mira al mundo, nuestra sangre viene de la sangre del califato de Córdoba, la civilización en ese entonces, de los latinos romanos del mediterraneo, la civilización de ese entonces, que fundaron la república, la democracia en Atenas; nuestra sangre tiene los resistentes negros convertidos en esclavos por ustedes. En Colombia está el primer territorio libre de América, antes de Washington, de toda la América, allí me cobijo en sus cantos africanos.” 

Estimado señor Petro, sé que usted nunca leerá esto, pero la lengua en la que usted habla y escribe y que le une a millones de personas en todo el mundo se llama español. 

Ustedes no hablan ni escriben en árabe, ni heredaron una legislación basada en la Sharía, tampoco hemos creados comunidades basadas en el Corán o la Sunna ni, por supuesto, los barcos que llegaron a América en 1492 estaban dirigidos por soldados y miembros del rey Boabdil de Granada.

Sin lugar a dudas se puede hablar y discutir sobre cómo fue el Imperio español y la conquista de las Américas, recordando que en toda conquista hay imposición y muertes; pero que también hubo cultura, infraestructuras, construcciones que son Patrimonio de la Humanidad y que nunca hubo nativos americanos en el Reino de España que fueran esclavos. Podemos señalarnos, atacarnos, discutir y argüir cuando queramos hasta llegar a un punto donde todos estemos conformes utilizando estudios, referencias y pruebas que nos acerquen a la verdad de lo que aconteció durante 400 años en América. Pero ese debate es imposible si se niegan y se borran directamente las realidades históricas en un nuevo acto negrolegendario contra la historia hispánica, tan abundantemente promovido desde, precisamente, los estadounidenses anglos a los que usted se tiene que enfrentar.

Y si ustedes, como reclama, heredaron el derecho romano y la filosofía griega no fue porque llegaran trirremes desde Roma (por eso el término Latinoamérica, término colonial francés, es erróneo entre otras cosas); sino porque los heredaron, aprendieron e integraron en sus propias naciones y estados a través de la filosofía de Santo Tomás de Aquino de la Iglesia Católica. 

En mi opinión, ha intentado aunar una especie de discurso sobre los orígenes de Colombia, muy en sintonía con la idea de “pueblos originarios”, aunando a los pueblos nativos americanos, a los esclavos negros (que también llevaron los españoles del África subsahariana, ojo) y al origen europeo; pero obviando totalmente a España de la ecuación. Y lo curioso del caso es que no hay que ser un genio en Historia para saber que ni los griegos, ni los romanos, ni los árabes eran pueblos originarios de la Península Ibérica; haciendo a veces tremendamente problemático el término “pueblo originario” porque depende por lo visto de donde uno quiere poner el límite. 

Y claro, también es complicado olvidar que los grandes libertadores que se independizaron del Reino de España no eran ni mucho menos hijos de nativos americanos o de esclavos negros; sino que Bolívar era un criollo de ascendencia española y que, curiosamente, cuando se independizaron (sin poder cumplir con “la gran Colombia”) lo que quedaron fueron estados “balcanizados” bajo el yugo del colonialismo inglés que, precisamente, había fondeado a aquellos libertadores. Las tierras comunales de los campesinos fueron arrebatadas para pasar a grandes terratenientes y ser explotadas en nombre del Capital y, aún a día de hoy, en muchas de las naciones hispanoamericanas tenemos en el poder a las mismas grandes familias que se hicieron ricas en estos procesos de apropiación originaria. 

Terminando ya, no vemos ningún conato de proyecto de Estado diferente al actual en Colombia, donde los grandes terratenientes y capitales siguen tomando muchas de las decisiones, presionando mediáticamente y matando a centenares de personas; porque no podemos olvidar que los narcotraficantes no dejan de ser capitalistas con actividades sin regular e ilegales para el Estado. Quizás no era simplemente el tuit para exponer nada similar, pero el gobierno de Petro no parece haber tomado ningún rumbo en este sentido desde que inició su presidencia. 

Así, en resumen, podemos ver que lo que tienen los textos breves y enérgicos como el de Petro es que concentran muchos temas en muy poco tiempo, habiéndome obligado a extenderme muchísimo para explicar un simple tuit. Un simple tuit con muchísima ideología liberal concentrada.

Por último, quiero terminar destacando las cosas positivas del discurso de Petro, dos en concreto. La primera, las señales de apertura a otros mercados para poder buscar alternativas al imperialismo estadounidense; esto es extremadamente necesario para evitar seguir con la dependencia que tienen con estos, que no dejan de ser su principal socio comercial. Colombia debería buscar alianzas continentales e intercontinentales en países unidos a los BRICS y también en países que llevan años luchando contra los bloqueos, sanciones y amenazas de Estados Unidos. 

Segundo, la reivindicación de la unidad de Hispanoamérica, tan histórica como necesaria y deseada. Será difícil sin lugar a dudas por la división entre las propias “izquierdas” y conflictos regionales, así como directamente por los gobiernos serviles a Estados Unidos como el de Milei en Argentina; pero quizás la agresividad de la política exterior de Trump, que ya ha amenazado con las deportaciones y aranceles a varios países así como a Panamá con la cuestión del Canal, sea un catalizador que permita acelerar y dirigir a buen puerto este proyecto. 

lunes, 27 de enero de 2025

Trump vs Hispanoamérica. Primer asalto.

Menos de una semana ha sido necesaria para que el reelecto presidente de los Estados Unidos de América Donald Trump haya tenido su primer conflicto diplomático directo con un líder hispanoamericano; que no ha sido otro que el presidente de Colombia, Gustavo Petro. 


En primer lugar hay que decir lo evidente y es que esto no iba a tardar debido a que Trump no engaña a nadie en el sentido de que lleva anunciando a viva voz el asunto de las deportaciones y aranceles a terceros países desde hace meses, sino años; y que ya ha tenido desencuentros verbales y digitales con otras personalidades, como Clara Sheinbaum, a cuenta de la “ocurrencia” de renombrar al hoy y por siempre Golfo de México. 


El caso que nos atañe se debe a la repatriación de decenas de migrantes de Colombia de manera fulgurante, intentando hacer ver que está cumpliendo con su política migratoria desde el primer momento. A modo de brevísimo resumen, puesto que está siendo la noticia del día y todo el mundo sabe más o menos de qué trata el asunto; Colombia a petición de su presidente ha denegado el acceso del espacio aéreo del país sudamericano de dos aviones de Estados Unidos con migrantes colombianos deportados. 


La reacción de Trump ha sido la de agarrar el palo y golpear: promesa de aranceles del 25 y 50% a Colombia y vetos en visados y otras cuestiones a miembros del gobierno. Petro, por su parte, contestó vía X (antigua Twitter) en un mensaje largo y poético que cualquiera que lo desee lo puede consultar aquí por no relatarlo al completo, pero que daba a entender que no iban a aceptar ningún tipo de amenaza por parte del “yankee”. Invito a que se lea, porque lo desgranaré en otro post o hilo.


Seguidamente y en menos de 24 horas, sin embargo, nos hemos encontrado con una reacción contradictoria con el discurso enardecido del dirigente del país caribeño: aceptan las deportaciones de migrantes, pero lo que hacen es que no lleguen como presos (tal y como llegaban en los aviones estadounidenses, con un mono naranja y esposados), sino en el avión presidencial, habiéndolo habilitado el propio Petro. 


Narrado el conflicto, tiene muchísimas lecturas. 


La primera y más acuciante es el hecho. Pese a las hermosas palabras de Gustavo Petro, se ha acabado imponiendo la realpolitik y ha cedido a las presiones de Trump, aceptando las deportaciones aunque las maquille de un humanismo típico del izquierdismo liberal poniéndoles una “limusina” para que los expulsen. Cabe preguntarse, ¿podía realmente hacer otra cosa?


En realidad no, por dos motivos. El primero, cualquier país (por mucho que lo odiemos a él o a sus actuales mandatarios) tiene derecho a hacer cumplir su política en materia migratoria y, por lo tanto, regular la entrada de migrantes ilegales. Esto es absolutamente compatible con criticar el cinismo de la clase capitalista estadounidense, que en realidad necesita esa mano de obra migrante para sustentar sus beneficios en decenas de sectores; así como con el hecho de señalar que la solución a la migración en el siglo XXI pasa mucho más por fortalecer y sacar de la pobreza a los países de origen y dejar de expoliar bajo el neocolonialismo capitalista financiero a los países del llamado Sur Global. 


El segundo, pero el único que al final importa en política, es la correlación de fuerzas: Estados Unidos fue el año pasado y por tercer año consecutivo el principal socio comercial de Colombia. Entre enero y noviembre de 2024 las exportaciones colombianas ascendieron a 13.106 millones de dólares (unos 12.460 millones de euros), un 7,6% más que respecto a 2023; y, además, Estados Unidos fue el principal inversor extranjero (según consulta en Forbes). Sin embargo, la balanza comercial fue favorable a Estados Unidos debido, entre otros factores, a que Colombia les vende petróleo crudo y los estadounidenses se lo revenden refinado: una relación clásica entre colonia y metrópoli, donde ésta extrae las materias primas y luego le venden productos manufacturados, más caros por el valor añadido; creando dependencia económica y deuda. 


Teniendo en cuenta lo anterior, y aunque Estados Unidos perdería quizás parte de sus beneficios directos con la cuestión de los aranceles; Trump sabía lo que hacía mediante las amenazas y presiones y lo explicitó recientemente: "Nos necesitan, nosotros no los necesitamos. Todo el mundo nos necesita". Algo estrictamente falso, puesto que ellos necesitan de la materia prima, mano de obra barata, legislaciones laxas y territorio donde ubicar bases y tropas de los países del Sur Global; mientras que la relación desigual de estos hacia los Estados Unidos no surge de la necesidad sino de la dependencia creada en base a la propiedad privada del capital en manos extranjeras, intervenciones e invasiones militares directas o a través de guerrillas y golpes de Estado y la deuda económica. 


En otro nivel de lectura, sí que tenemos que achacarle algo al dirigente colombiano y es algo de lo que adolece toda la izquierda liberal progresista: el querer hacer política únicamente en base al discurso y a golpe de “tuit”. 


El discurso de Petro incluye palabras y frases tan grandilocuentes como (y cito) “me matarás, pero sobreviviré en mi pueblo”, “yo no estrecho mi mano con esclavistas blancos” y “no nos dominarás nunca”; cuya fuerza han durado horas. Esto, entre otras cosas, son las que hacen que mucha gente de la clase trabajadora rechacen y rehuyan de toda esa izquierda que construye castillos en el aire en vez de fábricas y casas en la tierra. 


Cuando uno emprende el discurso de la sublevación y la rebeldía (totalmente legítimas y necesarias) no debe hacerlo en vano, porque los fracasos pasan factura, los fracasos muestran proyectos vacíos e impotentes que crean en la clase trabajadora la idea de la futilidad de intentar resistir a la explotación y las relaciones de desigualdad económica y política. Lo peor es que estos proyectos izquierdistas, que en la práctica son muchos de ellos herederos (al menos en ideario) de algo tan capitalista y burgués como el Partido Demócrata de Estados Unidos; utilizan dichos discursos como soflamas sin ninguna pretensión real de ruptura con el sistema capitalista y colonialista. Esto se ve reforzado, en el caso específico de Petro, en la amalgama de ideología liberal que fue su discurso en X; que, como he dicho ya, analizaré en otro momento. 


Así, tenía dos opciones verdaderamente honestas: o seguir adelante con todas las consecuencias (pero para ello hay que tener un plan económico bien claro contra las sanciones estadounidenses, como hizo Rusia antes de iniciar el conflicto con Ucrania); o haber sido mucho más pragmático en dichos como lo ha sido con los hechos, para no crear esta sensación de "derrota".


Después de todo lo dicho, viene una pregunta vital: ¿y ahora qué?


De entrada se ha convocado una reunión urgente de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) sobre la cuestión de la migración, en la que veremos qué sacan en claro y en común siendo el punto más importante a tratar bajo mi punto de vista la “Unidad Latinoamericana y Caribeña”. 


También ha habido multitud de reacciones de distintos mandatarios hispanoamericanos y quiero destacar la de Nicolás Maduro que en un acto con altura de miras, ha expresado públicamente su apoyo a Colombia; mientras que Petro como tantísimos otros izquierdistas se dedicó a deslegitimar y desconocer los resultados electorales del país vecino, en vez de cerrar filas contra la candidata María Corina Machado de la derecha injerencista fondeada desde Estados Unidos (candidata ni siquiera apoyada o reconocida por ciertos sectores de la derecha venezolana, dicho sea de paso). 


Honestamente, no espero nada de esta reunión que ha sido convocada de forma reactiva y defensiva, lo que implica que probablemente no habrá ningún tipo de propuesta estratégica o ambiciosa; puesto que cuando alguien actúa de forma urgente se dedica a apagar fuegos y no a poner cimientos y ya hemos visto en el párrafo anterior que si ni siquiera entre “las izquierdas” hispanoamericanas hay unidad en la acción, qué pensar cuando directamente hay gobiernos cipayos y coloniales como el de Milei en Argentina. 


Sin embargo, esto debería ser la prioridad de los países hispanoamericanos cuya independencia (real, material) pasa de facto por ser independientes de los designios e intereses de un vecino que los considera territorios de los que extraer riqueza sin tener que aportar desarrollo o bienestar a cambio. Dicha independencia se podría conseguir a través de una unidad económica, política, militar y estratégica de dichos países que no tiene por qué ser monolítica ni ideal para que sea efectiva y les traiga todo lo que estoy planteando. Será siempre mucho más difícil quebrantar la voluntad de una Hispanoamérica unida que la de un puñado de países aislados, como nos demuestra la historia; y España debería formar parte de dicha unión y respaldarla por los lazos históricos y culturales que nos unen. 


Por otro lado y en el medio plazo, también deberían buscar reducir la dependencia económica de Estados Unidos. Por suerte estamos en un momento en el que hay bloque alternativos, como los BRICS, al que ya pertenece Brasil y, sobretodo, al que pertenece China; que ya es en realidad la primera potencia económica mundial en muchos de los diversos indicadores existentes (paridad por poder adquisitivo o PPA, por ejemplo) y que está demostrando que comercia o coopera con terceros países en unas condiciones mucho más ventajosas y equitativas que el imperialismo depredador estadounidense, heredero del modelo anglosajón. También podrían ampliar su alianza estratégica en la cuestión petrolera con Venezuela, que sí refina petróleo en su propio territorio y con empresas de propiedad estatal, en vez de seguir enriqueciendo a su verdugo. 


Ojalá la agresividad política de Donald Trump sirva para que, al igual que polariza la opinión pública en su propio país, polarice y obligue a posicionarse de forma clara a los países hispanoamericanos en una alianza tan necesaria como deseada. En este primer asalto el golpe ha sido contundentemente a favor de Estados Unidos, espero y deseo que Colombia y América lo soporten y no se vayan a la lona y que, asalto tras asalto, resistan. Porque el combate no termina hasta que no suena la última campana.