martes, 11 de febrero de 2025

Lo que se esconde detrás del cierre de la USAID

 El inicio del mandato de Donald Trump está siendo extremadamente intenso, con medidas orientadas tanto a terceros países como al suyo propio.


En la esfera internacional tenemos la ofensiva orientada a unificar el norte del continente americano o, al menos, a situarlos de forma bien disciplinada bajo su bota. Así se enmarcan medidas como la de los aranceles a Canadá y México bajo el pretexto del fentanilo (y, sin embargo, nunca persiguen con la misma intensidad a los narcos en su territorio o crean programas sociales para las personas afectadas); y la agresiva oferta de tomar bajo control estadounidense Groenlandia, ya sea mediante compra u “otros mecanismos”. Ya hemos visto que lo de México ha sido más bien un medio para que el país hispano acepte deportaciones y vigile las fronteras, pero veremos hasta dónde puede escalar el asunto.


También se ha levantado la liebre del interés en detener el conflicto armado en Gaza por parte de la administración de Trump, que sin haber llegado al poder forzó a Israel a aceptar un alto el fuego bajo las condiciones que ya se había propuesto en julio del año pasado. Tras el enfado de la parte más fascista y radical del gabinete de Netanyahu (ya de por sí fascista y radical), ahora solo tienen elogios y aplausos tras la intervención de Trump en el territorio ocupado ilegítimamente por Israel: desplazar a la población gazatí superviviente a Jordania y Egipto y reconstruir toda Gaza bajo la administración de Estados Unidos para crear básicamente una región hotelera de lujo (la “Riviera” maya del Mediterráneo). Egipto y Jordania ya han rechazado la idea y la República Popular China se ha manifestado frontalmente en contra; y Hamás, la principal facción política en Gaza y que ha liderado la resistencia contra el genocidio palestino por parte de Israel ha dicho también que “Gaza no es una propiedad” que se pueda comprar o vender. 


Como vemos, Trump está decidido a lanzar un inmensísimo órdago a todo el mundo y lo hace de forma rápida como si fuera una Blitzkrieg política. Esto daría la razón al politólogo Santiago Armesilla que teoriza que, siendo este el último mandato al que podría presentarse el actual presidente (salvo cambio constitucional); tiene prisa por conseguir cuantos objetivos se haya marcado en los dos primeros años de su legislatura, puesto que en los siguientes no sabrá si contará con la misma mayoría en Senado y Congreso y, sobretodo, quizás no tenga tiempo para seguir implementando sus políticas.


Sin embargo, tras este breve repaso a otras cuestiones y tratar de enmarcar y razonar el comportamiento agresivo de Donald Trump; procedamos a hablar de otras de las medidas que ha tomado recientemente: el cierre de la USAID (Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos, por sus siglas en inglés). 


Los argumentos por los que la administración estadounidense quiere desmantelar la USAID son que: 1. se destinan demasiados recursos para terceros países, 2. se gastaba mucho dinero en cosas “innecesarias” como (y cito) programas sobre derechos humanos, identidad de género, comunidad LGTBIQ+, cambio climático y 3. subvencionar a medios tanto nacionales (como Político) como extranjeros (la mayor parte de los medios de comunicación de Ucrania a favor del actual régimen de Kiev, por ejemplo). 


Visto esto, uno debe hacer la lectura correcta de que la medida pese a suponer un ahorro del gasto público estadounidense tiene mucho más traslado y significado en política exterior que interior. Y, también, cabe plantearse si estos argumentos de Trump son ciertos.


Si nos atenemos a la descripción de la propia USAID (solo he podido consultar el archivo de la página que abarca desde 2017 a 2021 porque la actual está cerrada), es “la principal agencia de desarrollo internacional del mundo y un actor catalizador que impulsa los resultados del desarrollo. El trabajo de USAID promueve la seguridad nacional y la prosperidad económica de Estados Unidos, demuestra la generosidad estadounidense y promueve un camino hacia la autosuficiencia y la resiliencia de los receptores”.


Como bien se sabe, para que una mentira sea creíble siempre tiene que contener una parte de verdad y la verdad en el párrafo anterior viene cuando habla de promover la seguridad nacional y prosperidad económica de Estados Unidos. Y, por supuesto, la USAID ha tenido una función mucho más siniestra y fría que mostrar la generosidad de nadie. 


Lo más grave y que por sí mismo basta para quitarse la venda de los ojos (si se tuviera) sobre la historia de esta agencia, es la demostrada relación de colaboración con la CIA en toda Iberoamérica desde 1983 a través de la “National Endowment for Democracy”: una supuesta sociedad sin ánimo de lucro para “promover la democracia”, implicada en muchos de los golpes de Estado que se han producido en la región. 


Mientras que en el diario El País se la describe de la siguiente manera: “Fundada en 1961 por la Administración del demócrata John F. Kennedy, la USAID nació con la misión de invertir miles de millones de dólares al año en programas para combatir la pobreza, la erradicación de distintas enfermedades, luchar contra el tráfico de personas y la promoción de la democracia liberal a nivel internacional, entre muchos otros programas.” [1] 


La verdad es que en realidad es un poder blando (como la propia congresista demócrata Ilhan Omar ha reconocido en un tweet posicionándose en contra de la agencia) que nació con el fin de frenar la expansión del socialismo en América del Sur y central mediante el desarrollo económico como teorizaba Walter Rostow; poder blando (y mucho más duro cuando ha sido necesario) que ha promocionado la agenda política de Estados Unidos alrededor del mundo antes que servir como una fuente de ayuda e independencia a los pueblos. 


Fue la USAID quien financió a los opositores venezolanos en el enésimo golpe de Estado en Venezuela de 2019, cuando Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino de Venezuela; esto no lo digo yo, viene en la propia página de la USAID, donde se detalla que entre 2017 y 2019 destinaron más de 437 millones de dólares (de un total de 656 millones que entregó Estados Unidos) para “abordar la crisis causada por Maduro”. Ese dinero sirvió para regar a los países de alrededor de Venezuela con subvenciones por un total de 279 millones (sus “socios humanitarios”) y por 128 millones a “organizaciones sociales” y “ayudar al gobierno interino”. Antes de eso, también intentaron golpes de Estado contra Hugo Chávez.


Ante la reciente noticia del cierre de la USAID, Gustavo Petro ha criticado que la organización pagaba a personal de la frontera colombiana: es decir, un país extranjero pagaba dividendos de forma opaca a funcionarios de Colombia. También se sabe que en 2010 financiaron a organizaciones asentadas en Miami para que a través de redes sociales alentaran una primavera cubana para crear conflictos en la isla y derrocar al régimen socialista. 


Y esto es solo por citar algunas de las actuaciones más recientes de la supuesta organización humanitaria, cuyo cierre ha sido precisamente aplaudido por diversos gobiernos hispanoamericanos como el del ya citado Petro, Sheinbaum e incluso Bukele. 


Añadido a lo anterior, hay que decir que es cierto que la USAID financiaba a medios de comunicación de todo el mundo para que sus líneas editoriales fueran afines a los intereses de la Casa Blanca, aunque lo vendan como promover y defender la prensa libre (lo cual no puede ser una afirmación más cínica). Ejemplo de ello es el que ya he mencionado donde 9 de cada 10 medios de información ucranianos estaban directamente financiados por la USAID, suponiendo en algunos de ellos como slidstvo.info hasta el 80% del presupuesto. Esto es solo en Ucrania, pero la USAID había financiado en 2023 a 6.200 periodistas y 707 medios de comunicación “no estatales” (es decir, privados), como los 1,5 millones de dólares destinados a “reconstruir el ecosistema mediático cubano”. 


Ya en el último punto, sabemos que la Agencia se había dedicado a financiar diversos programas como 7,9 millones de dólares en Sri Lanka para “eliminar el lenguaje binario de género”, 2 millones en programas de “cambio de sexo” y “activismo LGTB” en Guatemala, 500.000 dólares para “empoderar a las mujeres” en Israel, los cacareados 47.000 dólares para financiar una ópera trans en Colombia y otros muchos también enfocados a cambio climático y Agenda 2030 (puede encontrar un amplio listado aquí).


Que una persona considere estos programas como un “gasto innecesario” dependerá evidentemente de su sesgo u orientación política, pero hay dos cuestiones que son indudables. La primera es que todos estos programas tienen un corte eminentemente liberal (lo que se denomina woke) y que concuerdan ideológica o geopolíticamente con los intereses de una élite en particular de Estados Unidos: en el primer orden la idea de género y transexualidad idealista y autodeterminista y en el segundo las políticas sobre cambio climático que intentan frenar o impedir un desarrollo industrial en los países en vías de desarrollo. En estos tiempos por desgracia hay que aclarar que lo dicho no quiere decir que uno esté en contra de la igualdad entre hombres y mujeres, del respeto a las diferentes orientaciones sexuales y del cuidado a la naturaleza. De lo que estoy en contra es de la versión cínica, liberal y su uso político desde la visión liberal y capitalista. 


La segunda es que todo lo anterior en su conjunto era una maquinaria perfecta de integración (y subordinación) ideológica de terceros países o parte de sus poblaciones a una visión alineada con los intereses de las élites de Estados Unidos, en concreto, de la financiera global demócrata, pero también de los republicanos durante sus correspondientes gobiernos. Una maquinaria con tentáculos en todas partes y que enmascaraba perfectamente sus actividades detrás del secretismo o del disfraz de la “ayuda humanitaria”. Una maquinaria que cuando la integración ideológica no bastaba, era capaz de recurrir al último recurso en política: la fuerza de las armas financiando grupos golpistas o separatistas en los países que no asumen el discurso de Washington.


Así, cabe preguntarse, ¿por qué Donald Trump (porque dudo que la decisión dependa solo del mequetrefe de Elon Musk) permite cerrar este brazo ideológico de Estados Unidos?

La respuesta fácil es la que su administración está utilizando: que la USAID financiaba programas “woke”, “globalistas” o alineados con la Agenda 2030; y, por ello, son gastos ‘ideológicos superfluos’ que debe ahorrarse la administración pública estadounidense. Pero precisamente por fácil y simple es absurda. Esto no es sino un discurso a la interna para sus simpatizantes porque ¿no sería posible que la administración Trump eliminara todos esos programas de un plumazo y los cambiaran por otros de su conveniencia y orientación política? ¿Hay mejor dinero invertido por un Estado tan imperialista como el estadounidense que la subyugación ideológica de terceros países? 


Dicho esto resultará aún más difícil de comprender que Trump tome esta medida y lo que yo teorizo que esconde son razones mucho más profundas, que tienen que ver con los intereses de clase de unas nuevas élites que se han alineado con Donald Trump y con la comprensión por parte de este (desde hace tiempo) que la comunicación política se desarrolla en otros espacios que no son los medios de comunicación tradicionales. 


Elon Musk ha sido uno de los principales aliados del actual presidente de Estados Unidos no solo durante la última campaña, sino desde que adquirió Twitter (ahora X); compra que le supuso una enorme pérdida de dinero pero que le dio como ya sabemos un enorme y gigantesco megáfono para que esta ‘nueva derecha’ pueda propagar y extender sus mensajes sin filtros. La verdad no importa nada y la muestra más evidente de esto es el cínico nombre de la red social propiedad de Trump (“TRUTH”, verdad en inglés). Ahora se ha unido hincando la rodilla Mark Zuckerberg y Google también empieza a mostrar signos de plegamiento a la voluntad de la nueva administración. 


Así, lo que se está produciendo es la privatización de la maquinaria de propaganda estadounidense; una jugada que se vende como ahorro del erario público pero que en realidad es un entreguismo a los billonarios digitales (los “señores tecnofeudales” según términos de Yanis Varoufakis) que quizás estoy exagerando, pero podrá tener tanto impacto como la entrega del control de la moneda a los bancos privados a la Reserva Federal. Me permito hacer esta comparación porque destruir la USAID y otros medios que podrían venir después para que un gobierno estadounidense que no esté alineado con estos billonarios es dejarlo totalmente desarmado en materia de propaganda y difusión de información. 


En las redes sociales de esta élite digital los mensajes que se propagan son los que ellos quieren no tanto por censura directa, sino porque jugarán constantemente con sus algoritmos, los millones de perfiles fake y bots que amplifican las ideas deseadas y otras técnicas como el shadowbanning de mensajes y creadores de contenido indeseables, cuando no el cierre directo de dichas páginas (como la de geopolítica “Fidelista por Siempre”). Todo ello además, sin que el público pueda hacer un reclamo a una entidad que, al ser privada, no tiene por qué ser ni justa ni cumplir con ningún tipo de criterio ético o apartidista aunque fuera siquiera formal y por aparentar: estas redes ‘sociales’ son espacios privados donde debes aceptar sus términos y condiciones y, si no te gustan, solo te queda irte. Son cotos y cierres (‘enclosures’) al nuevo espacio digital que la humanidad acaba de crear recientemente, al igual que el capitalismo ya puso cercamientos a las tierras, mares y espacios aéreos. 


Por otro lado, como ya he dicho, Trump y todas estas élites saben que el ciudadano medio estadounidense ya no se fía de los medios de comunicación tradicionales: según una encuesta de GALLUP de 2024, solo un 31% considera que transmiten las noticias de forma justa e imparcial “en gran medida o justa”, mientras que un 33% considera que “no mucho” y un 36% que “en absoluto”; y no se nos escapa que para llegar a ese 31% han agrupado dos pareceres. En base a esto, Donald Trump articuló toda su campaña centrándose mucho más en redes sociales, podcasts y entrevistas con influencers; y cada vez más personas (entre las que me incluyo) recurrimos a medios de información alternativos (las plataformas digitales, canales de Telegram, etc.) ante la evidente crisis de los medios de comunicación privados que tan solo hacen de correa de transmisión de los intereses de las élites capitalistas internacionales y nacionales y del extremo centro ideológico liberal que impera en todos los países “occidentales” (donde se varía entre una izquierda como Podemos o SUMAR y la derecha de Vox, pero que en el fondo ninguno cuestiona a grandes rasgos los principales elementos de la ideología capitalista liberal burguesa). 


Quedaría por atar el cabo de los planes y programas para influir en terceros países mediante ayudas supuestamente humanitarias, pero vemos que Trump va a optar por una economía y política mucho más proteccionistas (en contra de todos los liberbobos que le aplauden acríticamente, empezando por el cipayo de Milei) y recortando en la medida de lo posible el gasto exterior de Estados Unidos; salvo actuaciones donde directamente pueda sacar provecho económico y/o geopolítico, como las mencionadas al inicio. 


Esto nos marca dos líneas de actuación que deberíamos emprender tanto desde España, pero como país aislado carecemos de toda fuerza; como desde posibles alianzas, siendo la preferente para mí con otros países iberófonos aunque estemos dentro de la Unión Europea. 


La primera de todas sería hacer lo que ya hace China desde hace años, aunque ha sido extremadamente criticado desde los “países libres de Occidente” (cuando esto en realidad significa Estados Unidos de Norteamérica y sus colonias): censurar y cerrar el espacio digital de nuestra nación a todas las redes sociales estadounidenses. No podemos regalar no solo nuestro espacio digital a potencias extranjeras, sino permitir que influyan de manera directa en nuestra población, especialmente más joven, para que los sometan ideológicamente a unos intereses que no son ni los de la clase trabajadora ni los de nuestras naciones. La censura es un ‘arancel’ a las ideas y no deja de ser proteccionismo en el plano intelectual y ya vemos que los cínicos defensores de la “libertad de expresión” no han dudado en usarla tanto con plataformas chinas como con los medios de comunicación rusos. No ver esto es una gran torpeza política o porque se está completamente alienado por el discurso hegemónico estadounidense. Debemos crear espacios digitales propios que nos permitan combatir todo lo anterior y que, encima, generen empleos, conocimiento y tecnología en nuestro país. 


La segunda es que Trump no ha tenido quizás en cuenta una de las máximas en política y es que el poder no acepta el vacío. El espacio que deja Estados Unidos en diversos países no solo con el cierre de la USAID, sino con el abandono de organizaciones como la OMS, la URNWA y el Tratado de País crea las condiciones perfectas para que otras potencias (principalmente China y el resto de los BRICS) puedan ocupar ese espacio y seguir extendiendo su influencia y la simpatía hacia sus planes y programas en todo el globo. También deberíamos aprovechar para crear potentes lazos entre todos los países Iberoamericanos, España y Portugal; que podrían realizarse mediante ayudas al desarrollo pero sobre todo en base a acuerdos económicos, políticos y hasta militares. 


Para todo lo anterior deberíamos tener la dignidad primero y la voluntad después, de crear nuestro propios programas y planes en materia geopolítica: tener una agenda propia para dejar de ser una colonia a través de la OTAN y la Unión Europea, orientada a tejer alianzas que nos permita un desarrollo económico, técnico e industrial para tener fuerza y voz propia. Porque las ideas, por muy fuertes, verdaderas y bondadosas que sean; se deben financiar con recursos, como nos ha enseñado la USAID durante 64 años.


martes, 28 de enero de 2025

El discurso de Petro en X: liberalismo concentrado

En esta ocasión vamos a desgranar el discurso de Gustavo Petro en X (antigua Twitter) durante el conflicto diplomático que ha tenido lugar entre Colombia y Estados Unidos a raíz de los migrantes deportados. El análisis sobre el hecho en sí, implicaciones materiales y posibles consecuencias y actuaciones deseables está en el anterior artículo.

Para ello, voy a empezar diciendo que si no se ha leído, que se lea y facilito su acceso a través del enlace en este link. Es vital que acudáis a las fuentes originales de cualquier tema para comprobar que la crítica se hace sobre la realidad de lo acontecido y, aún más importante, que podáis tener una lectura directa y sin intermediación. Dicho esto, procedo a mi propio análisis.

Gustavo Petro, como tantísimos líderes de “izquierda” actuales, representa una de las variantes actuales de dicha “izquierda”, que he entrecomillado no porque ponga en duda su ubicación en el espectro ideológico del marco sociológico y político de nuestros días; sino porque la “izquierda” no es una posición monolítica, sino que hay muchas izquierdas. Yo utilizo desde hace un tiempo las categorías que señaló el filósofo español Gustavo Bueno en su libro “El mito de la izquierda”; siendo las más actuales la izquierda indefinida (donde se ubicarían Petro y tantos otros) y la izquierda de 6ª generación o izquierda asiática (el Partido Comunista Chino, Partido Comunista de Vietnam, Partido del Trabajo de Corea, etc..).


Yendo al texto de Petro podemos destacar varios temas principales: 

- Defensa del medio ambiente (“No me gusta su petróleo, Trump, va a acabar con la especie humana por la codicia” y muchas menciones a la naturaleza y su belleza). 

-Admiración por la libertad y ciertas figuras, entre ellas, Abraham Lincoln.

- Mito fundacional de Bolívar.

- Reivindicación de los pueblos originarios y del indigenismo en muchos niveles de lectura.

- Posible idea de apertura a otros mercados (confirmado por declaraciones posteriores a este tuit).

Bien, todos y cada uno de estos elementos tienen un factor denominador común y es que todos pertenecen al ideario de la izquierda indefinida global de tradición liberal y, por tanto, no confronta directamente de ninguna de las maneras con el sistema de producción capitalista ni, por eso Gustavo Bueno la denominó “indefinida”, tiene un proyecto definido respecto al Estado. Lo único que hacen es plantear reformas más o menos sustanciales, reivindicar los Derechos Humanos como principal cimiento ideológico (nacidos de la tradición liberal y de los ideales de la Ilustración) y pelear por los derechos de grupos poblacionales supuestamente minoritarios y/o desfavorecidos. Este liberalismo es eminentemente idealista (no materialista) y tiene claras influencias anglosajonas, del romanticismo alemán (la idea de “nación”, por ejemplo) y del protestantismo. 

Por supuesto, no todo lo que venga del liberalismo es malo per se, y deberemos tomar de ahí todo lo que resulte beneficioso en pos de la especie humano en sistemas de producción posteriores que superen al capitalismo (el socialismo y el comunismo); al igual que de un régimen de producción esclavista, que nadie en sus cabales defendería implementar hoy, recibimos la filosofía griega clásica y el derecho romano.

Ahora bien, son muchas las cosas criticables a Petro en lo que escribió, tanto por lo que dice como por lo que obvia. 

La primera de ellas la referencia a Lincoln y su lucha contra la esclavitud, repitiendo y perpetuando un mantra del ideario liberal y de leyenda “blanca” sobre Estados Unidos. Para empezar hace un uso equívoco del término “libertarios”, en tanto en cuanto que dicho término en primer lugar siempre se utilizó para las corrientes políticas enmarcadas en el Anarquismo, aunque ahora los anarcocapitalistas y otras sectas liberales estén intentando apropiarse del término. Si algo eran Abraham Lincoln y otros eran esto mismo, liberales. 

Por otro lado, implica obviar la cuestión material realmente existente detrás de la Guerra Civil Americana y de la liberación de los esclavos negros en los Estados Unidos de América: el conflicto entre un modelo agrícola y esclavista en el sur y un modelo industrial que apostaba por el trabajador asalariado en el Norte. Sin dejar de reconocer la bondad de terminar con la esclavitud, tampoco podemos negar que esto surge no de una cuestión tanto “moral” como económica: un trabajador asalariado es muchísimo más barato de mantener que un esclavo, al que hay que proporcionarle todo lo necesario para que sobreviva y se reproduzca; el trabajador asalariado debe buscarse la vida con sus exiguos ingresos. 

La frialdad de lo que expongo viene refrendado por dos hechos históricos. El primero, que las personas negras nunca han sido iguales en derechos en Estados Unidos hasta bien entrado el siglo XX, donde se mantuvo un régimen de segregación racial hasta 1964 con la Ley de Derechos Civiles y 1965 con Ley de derecho de voto. El segundo, que Abraham Lincoln no era una persona antirracista y esto queda reflejado en que, aún mientras el país estaba sumergido en la Guerra Civil, el conflicto más mortífero de la historia de Estados Unidos; continuó permitiendo la expansión hacia el Oeste como política de estado, despojando a los indios nativos americanos de sus tierras y con las políticas de cercamiento y exterminio. A día de hoy se debate en el país norteamericano si Abraham Lincoln fue maligno por permitir la mayor ejecución de la historia de Estados Unidos, cuando fusilaron a 38 dakotas el 26 de diciembre de 1862 por la Guerra de Dakota; o si fue benigno porque salvó de la misma suerte a los otros 265 que pretendía fusilar el gobernador de Minnesota, pero lo que parece que nadie plantea que dichas ejecuciones tuvieron lugar porque Estados Unidos se gesta como país con la expropiación y expolio de las tierras de los nativos americanos y con el genocidio sistemático de los mismos. Y Abraham Lincoln no fue una excepción en este hecho fundacional. 

En segundo lugar, lo otro que debemos achacar a Gustavo Petro es algo que obvia de una manera tremendamente obsceno (del latín ob scenus, contrario o fuera de escena). 

En una parte de su tuit Petro escribe: “Colombia ahora deja de mirar el norte, mira al mundo, nuestra sangre viene de la sangre del califato de Córdoba, la civilización en ese entonces, de los latinos romanos del mediterraneo, la civilización de ese entonces, que fundaron la república, la democracia en Atenas; nuestra sangre tiene los resistentes negros convertidos en esclavos por ustedes. En Colombia está el primer territorio libre de América, antes de Washington, de toda la América, allí me cobijo en sus cantos africanos.” 

Estimado señor Petro, sé que usted nunca leerá esto, pero la lengua en la que usted habla y escribe y que le une a millones de personas en todo el mundo se llama español. 

Ustedes no hablan ni escriben en árabe, ni heredaron una legislación basada en la Sharía, tampoco hemos creados comunidades basadas en el Corán o la Sunna ni, por supuesto, los barcos que llegaron a América en 1492 estaban dirigidos por soldados y miembros del rey Boabdil de Granada.

Sin lugar a dudas se puede hablar y discutir sobre cómo fue el Imperio español y la conquista de las Américas, recordando que en toda conquista hay imposición y muertes; pero que también hubo cultura, infraestructuras, construcciones que son Patrimonio de la Humanidad y que nunca hubo nativos americanos en el Reino de España que fueran esclavos. Podemos señalarnos, atacarnos, discutir y argüir cuando queramos hasta llegar a un punto donde todos estemos conformes utilizando estudios, referencias y pruebas que nos acerquen a la verdad de lo que aconteció durante 400 años en América. Pero ese debate es imposible si se niegan y se borran directamente las realidades históricas en un nuevo acto negrolegendario contra la historia hispánica, tan abundantemente promovido desde, precisamente, los estadounidenses anglos a los que usted se tiene que enfrentar.

Y si ustedes, como reclama, heredaron el derecho romano y la filosofía griega no fue porque llegaran trirremes desde Roma (por eso el término Latinoamérica, término colonial francés, es erróneo entre otras cosas); sino porque los heredaron, aprendieron e integraron en sus propias naciones y estados a través de la filosofía de Santo Tomás de Aquino de la Iglesia Católica. 

En mi opinión, ha intentado aunar una especie de discurso sobre los orígenes de Colombia, muy en sintonía con la idea de “pueblos originarios”, aunando a los pueblos nativos americanos, a los esclavos negros (que también llevaron los españoles del África subsahariana, ojo) y al origen europeo; pero obviando totalmente a España de la ecuación. Y lo curioso del caso es que no hay que ser un genio en Historia para saber que ni los griegos, ni los romanos, ni los árabes eran pueblos originarios de la Península Ibérica; haciendo a veces tremendamente problemático el término “pueblo originario” porque depende por lo visto de donde uno quiere poner el límite. 

Y claro, también es complicado olvidar que los grandes libertadores que se independizaron del Reino de España no eran ni mucho menos hijos de nativos americanos o de esclavos negros; sino que Bolívar era un criollo de ascendencia española y que, curiosamente, cuando se independizaron (sin poder cumplir con “la gran Colombia”) lo que quedaron fueron estados “balcanizados” bajo el yugo del colonialismo inglés que, precisamente, había fondeado a aquellos libertadores. Las tierras comunales de los campesinos fueron arrebatadas para pasar a grandes terratenientes y ser explotadas en nombre del Capital y, aún a día de hoy, en muchas de las naciones hispanoamericanas tenemos en el poder a las mismas grandes familias que se hicieron ricas en estos procesos de apropiación originaria. 

Terminando ya, no vemos ningún conato de proyecto de Estado diferente al actual en Colombia, donde los grandes terratenientes y capitales siguen tomando muchas de las decisiones, presionando mediáticamente y matando a centenares de personas; porque no podemos olvidar que los narcotraficantes no dejan de ser capitalistas con actividades sin regular e ilegales para el Estado. Quizás no era simplemente el tuit para exponer nada similar, pero el gobierno de Petro no parece haber tomado ningún rumbo en este sentido desde que inició su presidencia. 

Así, en resumen, podemos ver que lo que tienen los textos breves y enérgicos como el de Petro es que concentran muchos temas en muy poco tiempo, habiéndome obligado a extenderme muchísimo para explicar un simple tuit. Un simple tuit con muchísima ideología liberal concentrada.

Por último, quiero terminar destacando las cosas positivas del discurso de Petro, dos en concreto. La primera, las señales de apertura a otros mercados para poder buscar alternativas al imperialismo estadounidense; esto es extremadamente necesario para evitar seguir con la dependencia que tienen con estos, que no dejan de ser su principal socio comercial. Colombia debería buscar alianzas continentales e intercontinentales en países unidos a los BRICS y también en países que llevan años luchando contra los bloqueos, sanciones y amenazas de Estados Unidos. 

Segundo, la reivindicación de la unidad de Hispanoamérica, tan histórica como necesaria y deseada. Será difícil sin lugar a dudas por la división entre las propias “izquierdas” y conflictos regionales, así como directamente por los gobiernos serviles a Estados Unidos como el de Milei en Argentina; pero quizás la agresividad de la política exterior de Trump, que ya ha amenazado con las deportaciones y aranceles a varios países así como a Panamá con la cuestión del Canal, sea un catalizador que permita acelerar y dirigir a buen puerto este proyecto. 

lunes, 27 de enero de 2025

Trump vs Hispanoamérica. Primer asalto.

Menos de una semana ha sido necesaria para que el reelecto presidente de los Estados Unidos de América Donald Trump haya tenido su primer conflicto diplomático directo con un líder hispanoamericano; que no ha sido otro que el presidente de Colombia, Gustavo Petro. 


En primer lugar hay que decir lo evidente y es que esto no iba a tardar debido a que Trump no engaña a nadie en el sentido de que lleva anunciando a viva voz el asunto de las deportaciones y aranceles a terceros países desde hace meses, sino años; y que ya ha tenido desencuentros verbales y digitales con otras personalidades, como Clara Sheinbaum, a cuenta de la “ocurrencia” de renombrar al hoy y por siempre Golfo de México. 


El caso que nos atañe se debe a la repatriación de decenas de migrantes de Colombia de manera fulgurante, intentando hacer ver que está cumpliendo con su política migratoria desde el primer momento. A modo de brevísimo resumen, puesto que está siendo la noticia del día y todo el mundo sabe más o menos de qué trata el asunto; Colombia a petición de su presidente ha denegado el acceso del espacio aéreo del país sudamericano de dos aviones de Estados Unidos con migrantes colombianos deportados. 


La reacción de Trump ha sido la de agarrar el palo y golpear: promesa de aranceles del 25 y 50% a Colombia y vetos en visados y otras cuestiones a miembros del gobierno. Petro, por su parte, contestó vía X (antigua Twitter) en un mensaje largo y poético que cualquiera que lo desee lo puede consultar aquí por no relatarlo al completo, pero que daba a entender que no iban a aceptar ningún tipo de amenaza por parte del “yankee”. Invito a que se lea, porque lo desgranaré en otro post o hilo.


Seguidamente y en menos de 24 horas, sin embargo, nos hemos encontrado con una reacción contradictoria con el discurso enardecido del dirigente del país caribeño: aceptan las deportaciones de migrantes, pero lo que hacen es que no lleguen como presos (tal y como llegaban en los aviones estadounidenses, con un mono naranja y esposados), sino en el avión presidencial, habiéndolo habilitado el propio Petro. 


Narrado el conflicto, tiene muchísimas lecturas. 


La primera y más acuciante es el hecho. Pese a las hermosas palabras de Gustavo Petro, se ha acabado imponiendo la realpolitik y ha cedido a las presiones de Trump, aceptando las deportaciones aunque las maquille de un humanismo típico del izquierdismo liberal poniéndoles una “limusina” para que los expulsen. Cabe preguntarse, ¿podía realmente hacer otra cosa?


En realidad no, por dos motivos. El primero, cualquier país (por mucho que lo odiemos a él o a sus actuales mandatarios) tiene derecho a hacer cumplir su política en materia migratoria y, por lo tanto, regular la entrada de migrantes ilegales. Esto es absolutamente compatible con criticar el cinismo de la clase capitalista estadounidense, que en realidad necesita esa mano de obra migrante para sustentar sus beneficios en decenas de sectores; así como con el hecho de señalar que la solución a la migración en el siglo XXI pasa mucho más por fortalecer y sacar de la pobreza a los países de origen y dejar de expoliar bajo el neocolonialismo capitalista financiero a los países del llamado Sur Global. 


El segundo, pero el único que al final importa en política, es la correlación de fuerzas: Estados Unidos fue el año pasado y por tercer año consecutivo el principal socio comercial de Colombia. Entre enero y noviembre de 2024 las exportaciones colombianas ascendieron a 13.106 millones de dólares (unos 12.460 millones de euros), un 7,6% más que respecto a 2023; y, además, Estados Unidos fue el principal inversor extranjero (según consulta en Forbes). Sin embargo, la balanza comercial fue favorable a Estados Unidos debido, entre otros factores, a que Colombia les vende petróleo crudo y los estadounidenses se lo revenden refinado: una relación clásica entre colonia y metrópoli, donde ésta extrae las materias primas y luego le venden productos manufacturados, más caros por el valor añadido; creando dependencia económica y deuda. 


Teniendo en cuenta lo anterior, y aunque Estados Unidos perdería quizás parte de sus beneficios directos con la cuestión de los aranceles; Trump sabía lo que hacía mediante las amenazas y presiones y lo explicitó recientemente: "Nos necesitan, nosotros no los necesitamos. Todo el mundo nos necesita". Algo estrictamente falso, puesto que ellos necesitan de la materia prima, mano de obra barata, legislaciones laxas y territorio donde ubicar bases y tropas de los países del Sur Global; mientras que la relación desigual de estos hacia los Estados Unidos no surge de la necesidad sino de la dependencia creada en base a la propiedad privada del capital en manos extranjeras, intervenciones e invasiones militares directas o a través de guerrillas y golpes de Estado y la deuda económica. 


En otro nivel de lectura, sí que tenemos que achacarle algo al dirigente colombiano y es algo de lo que adolece toda la izquierda liberal progresista: el querer hacer política únicamente en base al discurso y a golpe de “tuit”. 


El discurso de Petro incluye palabras y frases tan grandilocuentes como (y cito) “me matarás, pero sobreviviré en mi pueblo”, “yo no estrecho mi mano con esclavistas blancos” y “no nos dominarás nunca”; cuya fuerza han durado horas. Esto, entre otras cosas, son las que hacen que mucha gente de la clase trabajadora rechacen y rehuyan de toda esa izquierda que construye castillos en el aire en vez de fábricas y casas en la tierra. 


Cuando uno emprende el discurso de la sublevación y la rebeldía (totalmente legítimas y necesarias) no debe hacerlo en vano, porque los fracasos pasan factura, los fracasos muestran proyectos vacíos e impotentes que crean en la clase trabajadora la idea de la futilidad de intentar resistir a la explotación y las relaciones de desigualdad económica y política. Lo peor es que estos proyectos izquierdistas, que en la práctica son muchos de ellos herederos (al menos en ideario) de algo tan capitalista y burgués como el Partido Demócrata de Estados Unidos; utilizan dichos discursos como soflamas sin ninguna pretensión real de ruptura con el sistema capitalista y colonialista. Esto se ve reforzado, en el caso específico de Petro, en la amalgama de ideología liberal que fue su discurso en X; que, como he dicho ya, analizaré en otro momento. 


Así, tenía dos opciones verdaderamente honestas: o seguir adelante con todas las consecuencias (pero para ello hay que tener un plan económico bien claro contra las sanciones estadounidenses, como hizo Rusia antes de iniciar el conflicto con Ucrania); o haber sido mucho más pragmático en dichos como lo ha sido con los hechos, para no crear esta sensación de "derrota".


Después de todo lo dicho, viene una pregunta vital: ¿y ahora qué?


De entrada se ha convocado una reunión urgente de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) sobre la cuestión de la migración, en la que veremos qué sacan en claro y en común siendo el punto más importante a tratar bajo mi punto de vista la “Unidad Latinoamericana y Caribeña”. 


También ha habido multitud de reacciones de distintos mandatarios hispanoamericanos y quiero destacar la de Nicolás Maduro que en un acto con altura de miras, ha expresado públicamente su apoyo a Colombia; mientras que Petro como tantísimos otros izquierdistas se dedicó a deslegitimar y desconocer los resultados electorales del país vecino, en vez de cerrar filas contra la candidata María Corina Machado de la derecha injerencista fondeada desde Estados Unidos (candidata ni siquiera apoyada o reconocida por ciertos sectores de la derecha venezolana, dicho sea de paso). 


Honestamente, no espero nada de esta reunión que ha sido convocada de forma reactiva y defensiva, lo que implica que probablemente no habrá ningún tipo de propuesta estratégica o ambiciosa; puesto que cuando alguien actúa de forma urgente se dedica a apagar fuegos y no a poner cimientos y ya hemos visto en el párrafo anterior que si ni siquiera entre “las izquierdas” hispanoamericanas hay unidad en la acción, qué pensar cuando directamente hay gobiernos cipayos y coloniales como el de Milei en Argentina. 


Sin embargo, esto debería ser la prioridad de los países hispanoamericanos cuya independencia (real, material) pasa de facto por ser independientes de los designios e intereses de un vecino que los considera territorios de los que extraer riqueza sin tener que aportar desarrollo o bienestar a cambio. Dicha independencia se podría conseguir a través de una unidad económica, política, militar y estratégica de dichos países que no tiene por qué ser monolítica ni ideal para que sea efectiva y les traiga todo lo que estoy planteando. Será siempre mucho más difícil quebrantar la voluntad de una Hispanoamérica unida que la de un puñado de países aislados, como nos demuestra la historia; y España debería formar parte de dicha unión y respaldarla por los lazos históricos y culturales que nos unen. 


Por otro lado y en el medio plazo, también deberían buscar reducir la dependencia económica de Estados Unidos. Por suerte estamos en un momento en el que hay bloque alternativos, como los BRICS, al que ya pertenece Brasil y, sobretodo, al que pertenece China; que ya es en realidad la primera potencia económica mundial en muchos de los diversos indicadores existentes (paridad por poder adquisitivo o PPA, por ejemplo) y que está demostrando que comercia o coopera con terceros países en unas condiciones mucho más ventajosas y equitativas que el imperialismo depredador estadounidense, heredero del modelo anglosajón. También podrían ampliar su alianza estratégica en la cuestión petrolera con Venezuela, que sí refina petróleo en su propio territorio y con empresas de propiedad estatal, en vez de seguir enriqueciendo a su verdugo. 


Ojalá la agresividad política de Donald Trump sirva para que, al igual que polariza la opinión pública en su propio país, polarice y obligue a posicionarse de forma clara a los países hispanoamericanos en una alianza tan necesaria como deseada. En este primer asalto el golpe ha sido contundentemente a favor de Estados Unidos, espero y deseo que Colombia y América lo soporten y no se vayan a la lona y que, asalto tras asalto, resistan. Porque el combate no termina hasta que no suena la última campana.