sábado, 25 de octubre de 2014

Con el capitalismo, ni Dios descansa los domingos

Este pasado domingo, tuvo lugar un acontecimiento nada extraordinario, si bien hasta que pasó no podía tener ni idea de lo interesante y útil que me iba a ser.

Estaba en casa, la cual es una pequeña vivienda con un terreno tan típica de Chiclana, y escuché fuera la campana de la entrada. Me sorprendió mucho, siendo domingo como ya he dicho, que hubiera algún reparto (como veis, no recibo demasiadas visitas en casa para que ésa fuera mi primera idea).

Y al abrir la puerta me encuentro a dos señoras y una niña, con "La Atalaya" en la mano, la revista de difusión de los Testigos de Jehová.

No voy a intentar reproducir la conversación aquí porque es lo menos importante. Solo diré que transcurrió en un tono cordial y respetuoso por ambas partes, cosa que se se agradece pese a las discrepancias; y, al final, me preguntaron si me podían dejar la revista y el suplemento que traía para que me lo leyera. Les dije que sí, nos despedimos y me fui para adentro.
Figura 1

La verdad es que lo que despertó la curiosidad en mí fue el artículo principal de la revista y sobre el que me estuvieron hablando y que versa así: "¿Acabará el hombre con la Tierra?" (Figura 1)


Una vez en casa, abrí la revista y comencé a leer.














Figura 2. "Pronto... desde 1879"

A parte de ciertas incongruencias "irónicas" que despertaron en mí una sonrisa nada más empezar (Figura 2); comencé con interés la lectura de dicho artículo. 

Cualquier ecologista podría estar de acuerdo con lo que ahí se defiende, un texto en pro de la defensa del planeta y de sus recursos, aunque quizás no con la solución: según ellos, Dios creo la Tierra para que la habitara "el hombre para siempre" (Isaías 45:18), pero que el ser humano la está destrozando. Pese a todo, Dios no permitirá que esto suceda porque el no cambia de opinión (es decir, dijo que el ser humano iba a habitar el planeta para siempre y así va a ser) y que pronto "causará la ruina de los que están arruinando la tierra" (Revelación 11:18).

Sería muy fácil terminar el texto con una crítica diciendo: "Así que no os preocupéis por reciclar y por buscar sistemas económicos alternativos, que ya Dios Todopoderoso se encargará de todo esto por nosotros." Pero aún hubo otra cosa que captó más mi interés.

El suplemento a "La Atalaya" se llama "¡Despertad!" y la portada de este mes (septiembre de 2014) versaba sobre "Cómo combatir el agotamiento" (Figura 3). 


Figura 3

Empecé a mirar dicho artículo también y para mí sorpresa era un artículo sobre el estrés y el cansancio; dándote esta serie de consejos: "Defina sus prioridades", "Simplifique su vida", "Aprenda a decir que no", "Renueve las energías". En ese momento caí en la cuenta que estaba ante un vulgar artículo de autoayuda "new age" que podría haber firmado cualquier gurú de la nueva medicina y de las terapias alternativas. Eso, junto con el artículo sobre ecologismo de la revista principal, hizo que me diera cuenta de algo que me sorprendió en un principio y, luego, según se iba asentando en mi cabeza, tenía todo el sentido del mundo.



Del mismo modo en que cualquier empresa cuando sufre una crisis de mercado tiene que, bien buscar nuevos potenciales clientes para sus productos o bien, renovar sus productos para abarcar un público más amplio; nos encontramos, de forma reveladora, que la religión no es una excepción.

El sistema económico feudal se legitima a través del "principio de autoridad", por el cual alguien posee la verdad en base a quién es per se, como cuando se hace caso a un académico solo por esta condición. Durante el Renacimiento se produjo el gran cisma de la Iglesia y las formas por la que mantuvieron a los fieles fueron la fuerza represora aplicada por los Estados que tomaron parte por uno u otro bando y no bajarse del burro, es decir, mantenerse inflexibles en que ellos defendían la Verdad y el otro bando eran unos herejes y unos apóstatas.

Hoy día no sucede esto. No es que el principio de autoridad haya desaparecido. No, ni mucho menos. La evidencia de esto son las hordas fanáticas que defienden posturas aberrantes porque se declaran fieles a unas u otras personas (partidos políticos, figuras públicas, equipos de fútbol, incluyan lo quieran...)

 El auténtico cambio ha venido de la mano del sistema económico y, con ello, del resto de la sociedad.

Mientras que en el sistema feudal lo más importante era ser dueño de la Verdad, el sistema económico capitalista rompe con ese monolítico peso, destruyendo a Dios y todos los valores inherentes al sistema anterior. Ése fue un gran paso que tuvo que dar la Humanidad para llegar a conquistar algunos de los Derechos sociales que tenemos ahora (derechos respetados porque no ponen en cuestión a la clase hegemónica, por ejemplo, el respeto a las diferentes orientaciones sexuales).

Sin embargo, una vez rota esa medida por la que se rige la sociedad se impone otra: el beneficio. Quién posee más beneficio es el que manda, porque posee más poder. Y no importa cómo se consiga este beneficio.

De esta manera, algunas religiones han comenzado movimientos "aperturistas" para captar nuevos fieles, porque ya no prima la Verdad, sino crear mercado, tener clientes.

Así se entiende perfectamente la nueva cara del Papa Francisco I, que Benedicto XVI decidiera "cerrar" el Limbo y la tolerancia hacia los "creyentes no-practicantes", que otrora hubieran sido tildados de herejes e incluso perseguidos. Y también pude comprender esta apertura a nuevos mercados, cuando la mayoría de las personas nos estamos preocupando por fin del ecologismo, de nuestra salud, etcétera...


Dios descansó el séptimo día, pero para el Capital eso sería perder una oportunidad de negocio.



P.D: Cabe excluir aquí a los movimientos fundamentalistas, que se siguen basando en el principio de autoridad y que son altamente reaccionarios, rechazando también al capitalismo (generalmente personificado en el odio a los Estados Unidos) y, en un principio, al socialismo. Recordemos que fue para combatir a éste por lo que nacieron los movimientos más radicales islámicos, fomentados y subvencionados por las potencias económicas occidentales.

Sin embargo, ni siquiera el ISIS se salva de la mancha del capitalismo, como bien explica Slavoj Zizek en este artículo (en inglés).

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