domingo, 23 de junio de 2013

Que ardan las banderas

No sé si a ustedes os pasa que últimamente, cada vez que veo una bandera de España, no puedo reprimir un visceral "Puto país de mierda".

No importa si es un pobre desgraciado que de verdad siente los colores por el fútbol, un casposo cuarentón bien vestido de "los de toda la vida", en un cinturón o en una tienda de souvenirs. Lo siento, me sale solo: "Puto país de mierda".

De hace un par de años hacia acá nos están intentando vender el concepto de "Marca España". En teoría hace referencia a la imagen que tienen de nuestro país en el extranjero y que debe ayudar a hacer apetecibles nuestras costas a los turistas o atraer a los inversores para crear esas empresas que tanto necesitamos. Sin embargo, España no deja de ser ese hidalgo caballero que tan bien nos describió el autor anónimo del Lazarillo de Tormes, el cual pedía para su señor, que pese a ser un muerto de hambre, debía aparentar nobleza, y por lo tanto, ponía a otro a mendigar por él.

No podemos aceptar críticas cuando el New York Times (periódico de perfil capitalista, conservador, de gran prestigio y, por lo tanto, nada sospechoso de pertenecer a la izquierda reaccionaria); mostraba las imágenes de personas cogiendo alimentos de la basura, porque eso manchaba la "Marca España". No es "bueno para la Marca España" que cientos de miles de personas que salgan a manifestarse a las calles ejerciendo un derecho y un ejercicio profundamente democrático, porque hace que se pierda la confianza de "los mercados", esos dioses de los liberales. No era bueno para la imagen de este país que la Infanta Cristina de Borbón fuera imputada por el caso Nòos, pese a que cualquier otra persona en su situación, como ya han reconocido muchos jueces, ya habría sido imputada y juzgada con los delitos que, presuntamente (no olvidemos el "presunto"), se la relacionan.

No es malo para España que miles de jóvenes nos tengamos que ir a buscar un futuro fuera. "Exportamos a los jóvenes más preparados de Europa" decía cierto anuncio cínico de cierta compañía de embutidos.

Nada es malo para ese hidalgo caballero, mientras mantengamos el orgullo castizo del español de bien, que en palabras de don Wert, "se crece ante el castigo".

Resulta que son las quejas del pueblo ante la miseria, el hambre y los desahucios; las huelgas, los colectivos ciudadanos y los economistas, periodistas y expertos de todo el mundo que no comulgan con el modelo neoliberal, y que por tanto critican a nuestros gobernantes y sus recortes, los que manchan la "Marca España".

No manchan nuestro prestigio: el hambre, la pobreza, los desahucios, leyes retrógradas dignas del Generalísimo, el altísimo paro, costumbres medievales como el toreo, la brutal corrupción entre los políticos de todos TODOS los colores y la familia real, la brutalidad policial ya denunciada por Amnistía Internacional, los asesinatos machistas, una democracia débil, de pandereta; el elevadísimo fraude fiscal de los besa-banderas, que aún haya gente enterrada en las cunetas, que cada vez que la ciudadanía se rebele sea tildada de terrorista o nazi, la persecución a jueces y fiscales cada vez que se meten con los oligarcas, las obras faraónicas inútiles, una ley de transparencia que luce por su ausencia, la intrusión de la Iglesia en un Estado supuestamente laico, que nos bajemos los pantalones ante empresas como EuroVegas, el gobierno alemán y la maldita Troika. Eso no, eso es bien.

Por eso, cuando nos mandan a respetar símbolos del Estado, mientras que las personas que viven en él les importamos más bien poco; cada vez que se reabre el debate sobre un cacho de tierra como Gibraltar, en lugar de luchar porque los ciudadanos mantengan unos miseros metros cuadrados que llaman hogar... Siento el más profundo odio, siento esa rabia que hace que se te salten las lágrimas...

Salvemos a los símbolos, no a las personas; mientras que desde fuera todo parezca bonito (y barato), aquí dentro no pasa nada.

Por eso, y mucho más sin duda, que ardan las banderas; que se derriben hasta los cimientos los sistemas político-económicos que mantenemos a nuestra costa, y que resurjan las personas.

Hay muchísimos sistemas económicos, políticos y culturales mucho más humanos, objetivos, científicos y avanzados que el que tenemos. Y no se esconden bajo trozos de tela pintados que llaman "a la unidad": sus razones y la madurez de sus ideas bastan como para no tener que recurrir a un barato sentimentalismo.

Publicado originalmente en Facebook el 28 de mayo de 2013

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